CHILE - PERÚ
UN DOBLE DISCURSO
Estación Cuzco, desde donde salen los trenes al Macchu Picchu, año 1997. Foto Sergio L. Klimovsky
Columna de Juan Pablo Cárdenas
Director Radio Universidad de ChilePublicado el 11-11-2005 8:32:26
Mientras disputamos algunos kilómetros de “soberanía” al norte o al sur de una imaginaria raya en el agua, vigilamos celosamente hitos fronterizos en cumbres y soledades inaccesibles, permitimos que se extraigan millones de toneladas de cobre, oro y plata y se vacíe nuestro Océano de peces y mariscos que podrían mitigar el hambre y la desnutrición de casi la mitad de los latinoamericanos.
El diferendo limítrofe con el Perú ha servido para comprobar lo arraigadas que todavía están en nuestras culturas los “patrioterismos” extremos. Se proclama que estamos en un mundo globalizado, se habla de la imperiosa necesidad de acceder a los mercados mundiales, pero no estamos mínimamente disponibles para integrar nuestras vastedades territoriales y marítimas al goce común de nuestros pueblos. Porque la verdad es que somos apenas unos cuantos millones de seres humanos en la inmensidad y riqueza de nuestros recursos minerales, agrícolas y pesqueros inexplotados o cedidos a dominio de las empresas transnacionales. Entidades para las cuales no rigen demarcaciones algunas a su voracidad y desprecio por la protección de nuestro medio ambiente natural.
Mientras disputamos algunos kilómetros de “soberanía” al norte o al sur de una imaginaria raya en el agua, vigilamos celosamente hitos fronterizos en cumbres y soledades inaccesibles, permitimos que se extraigan millones de toneladas de cobre, oro y plata y se vacíe nuestro Océano de peces y mariscos que podrían mitigar el hambre y la desnutrición de casi la mitad de los latinoamericanos. Ni un centímetro de costa para que Bolivia supere su mediterraneidad e histórico afán de recuperar simbólicamente lo que perdió en aquella guerra fratricida, al mismo tiempo que el mar de Antofagasta es agredido por un derrame petrolero que una compañía completamente foránea ocasiona a su flora y fauna, la fuente de trabajo de sus pesqueros artesanales y la actividad turística. Fronteras artificiales que incluso han sido sembradas de minas antipersonales para que maten o mutilen a quienes las traspasen en aquel inmenso y bello desierto que, por supuesto, no sabe de tratados internacionales y convenciones impuestas únicamente por la superioridad militar y la destreza de los burócratas internacionales. Como si el agua, el gas natural y otros inmensos recursos del suelo y del subsuelo estuvieran asignados a nuestros absurdos y particulares gentilicios. Témpanos ancestrales que pueden ser ofrendados a precio vil a proyectos ecocidas (como Pascualama), mientras nos negamos chilenos, bolivianos, peruanos y argentinos a la posibilidad de ampliar TODOS nuestras fronteras de la cooperación y el progreso.
Políticos irresponsables de aquí y de allá que presumen de estadistas, de modernizadores, ¡hasta de izquierdistas! Y que, sin embargo, no son capaces de ver más allá de la frontera de sus ambiciones personales, de su afán de seguir vigentes con el apoyo de aquel chovinismo tan directamente proporcional a la existencia de poblaciones pobres, incultas e incivilizadas. De estos millones de despojados y marginados física o culturalmente que, sin embargo, se complacen en sentir dominio intangible sobre extensiones que nunca alcanzarán a ver, imaginar, ni disfrutar. Presidentes, parlamentarios y medios de comunicación que ven en el conflicto la posibilidad de distraer la conciencia de sus pueblos hartos de privaciones y segregación. La oportunidad de ser nuevamente regaloneados por los traficantes de armas y satisfacer la sed belicista de sus ejércitos que de tanto esperar más charreteras, las emprenden periódicamente contra sus propias naciones y estados de derecho.Es triste observar la cantidad de millones de chilenos y peruanos que en estos días sacan cuentas de lo que “nos pertenece” y de lo que podríamos ganar en la eventualidad de un conflicto desquiciado.
La guerra es muy improbable, sin embargo, lo que ya ha sucedido redundará en nuevas desconfianzas, en la justificación de las siguientes y millonarias adquisiciones de armas, en la postergación de proyectos que nos encaminen a cumplir esa visionaria promesa de Bolívar, San Martín y el propio O’Higgins, quien justamente escogiera a Perú como la tierra de su asilo y para vivir sus últimos años de vida.
Una América Latina enmarcada por las fronteras comunes de su identidad y geografía. Empeñada en la inversión y explotación común de nuestras complementarias y todavía insondables riquezas. Dispuesta a fundar dignidad en el éxito y la felicidad de sus pueblos. Donde la justicia social se imponga como la única soberana de nuestro presente y porvenir. Cuyos dirigentes aprendan del avance de otros continentes como Europa que, en la babel histórica de sus odios, culturas y lenguas, funda ahora su convivencia y progreso en la unidad y cooperación.
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Leonardo Stumpff -
Trein -