BACHELET:
¿NEOLIBERALISMO CON ROSTRO HUMANO?
por Andrés Monares (*)
El Mostrador – 17 de Noviembre de 2005
La candidata presidencial de la Concertación Michelle Bachelet, ha venido deslizando por los medios una petición velada a los ciudadanos y ciudadanas cuya intención de voto es Tomás Hirsch: que el 11 de diciembre sufraguen por ella para no forzar a una segunda vuelta. Es decir, les está solicitando el apoyo a los chilenos antineoliberales y a los decepcionados de su coalición. Cabe preguntarse entonces, ¿qué les puede ofrecer en realidad?
Para empezar, Bachelet ha dejado en claro su opción política y socioeconómica cuando declara: “nadie [¡sic!] discute el rol del mercado”. Y, por más que derroche demagogia al hablar de regulación o de corrección del modelo, las propias acciones de los dos gobiernos que ha apoyado y de éste en que ha participado, evidencian cuál es el tipo de intervención que se puede esperar y a favor de quiénes. No por nada si es electa continuará la línea de una administración a cuyo presidente... ¡lo aman los grandes empresarios!
No nos oponemos aquí a la unidad nacional, ni tampoco a los fans club de colegialas. Sino a las políticas “técnicas” que han posibilitado a los grandes grupos económicos y a las transnacionales obtener altísimas ganancias. Ser “top” en crecimiento de esa élite es fruto —como lo reconocen los propios neoliberales— de lo bien que la Concertación ha administrado el sistema de libre mercado. De ahí que los capitalistas le tendrían más fe (y más amor) al “socialismo” que a la Alianza por Chile. Inédito para un gobierno “socialista” y decidor de su “socialismo”: el país también es “top” en desigualdad en la distribución del ingreso.
El lector podrá plantear que no puedo adelantarme en enjuiciar una presidencia que aún no asume. Entonces, aunque no hemos expuesto meras suposiciones, veamos otro antecedente. Bachelet nombró al senador y economista Alejandro Foxley a cargo de la elaboración de su programa de gobierno “socialista” o de “centro izquierda”. A continuación exponemos un párrafo de una entrevista a Foxley (Revista Cosas, 05.05.2000). Por favor, léalo con detención:
“Él [Pinochet] realizó una transformación, sobre todo en la economía chilena, la más importante que ha habido en este siglo. Tuvo el mérito de anticiparse al proceso de globalización que ocurrió una década después, al cual están tratando de encaramarse todos los países del mundo. Hay que reconocer su capacidad visionaria y la del equipo de economistas que entró a ese gobierno el año ’73, con Sergio de Castro a la cabeza, en forma modesta y en cargos secundarios, pero que fueron capaces de persuadir a un gobierno militar —que creía en la planificación, en el control estatal y en la verticalidad de decisiones— de que había que abrir la economía al mundo, descentralizar, desregular, etcétera. Esa es una contribución histórica que va perdurar por muchas décadas en Chile y que, quienes fuimos críticos de algunos aspectos de ese proceso en su momento, hoy lo reconocemos como un proceso de importancia histórica para Chile, que ha terminado siendo aceptado prácticamente por todos los sectores. Además, ha pasado el test de lo que significa hacer historia, pues terminó cambiando el modo de vida de todos los chilenos, para bien, no para mal. Eso es lo que yo creo, y eso sitúa a Pinochet en la historia de Chile en un alto lugar. Su drama personal es que, por las crueldades que se cometieron en materia de derechos humanos en ese período, esa contribución a la historia ha estado permanentemente ensombrecida”.
Señalé con cursivas algunas frases de la cita porque me pareció demasiado lo que afirmaban. Es más, al tenor de las opiniones de Foxley uno podría transcribir todo el párrafo con cursivas. Cierto es que durante su dictadura Pinochet realizó una revolución neoliberal. Sin embargo, es muy diferente decir que sólo se oponía a algunos aspectos de ella, terminar celebrándola o calificarla como benigna. Y, ¡peor todavía!, únicamente reconocer esa “pequeña” mancha de las violaciones sistemáticas de los derechos humanos, situarlas como un problema personal de Pinochet, bajar el perfil a lo que es una dictadura y a lo que implicó algo así en Chile. En todo caso, Foxley sólo se suma a otros concertacionistas como Boeninger, Brunner, Tironi o Correa que hace rato le conceden públicamente laureles al ex dictador como fundador del “exitoso” modelo chileno. El fin justificó y justifica los medios.
Volvamos ahora a lo que pueden esperar los antineoliberales y los decepcionados de la Concertación de un gobierno de Bachelet. A la luz de las palabras del propio Foxley: alguien que celebra la desregulación y le parece eficiente y benigno el sistema de libre mercado chileno, ¿podría materializar en un programa de gobierno las promesas de regulación y corrección del modelo de la candidata? Es más, ¿una verdadera socialista y una verdadera coalición de centroizquierda lo hubieran elegido para encabezar la elaboración de su programa de gobierno? Luego, ya que de hecho sí fue el elegido, ¿podría en realidad Foxley elaborar un programa de gobierno socialista o al menos de centroizquierda?
No es que pretenda ofender su inteligencia con esas preguntas. Sin embargo, este tipo de ejercicio me parece necesario cuando hace dieciséis años venimos escuchando a los políticos y a los medios hablar de la Concertación como de “centro izquierda” y hoy de Bachelet como la candidata “socialista” o de “izquierda”. Mentiras que ningún implicado se molesta en desmentir. Lo trágico es que han logrado convencer a un número nada despreciable de electores que según ellos votan centro izquierda cuando en realidad vienen votando neoliberal.
Por el momento sólo queda especular cómo será esa fase del neoliberalismo encabezada por la primera mujer presidente de Chile. Tal vez por su calidez humana, su cercanía con la gente, su nuevo tipo de liderazgo y, sobre todo, por ser mujer se podrá esperar que construya un neoliberalismo de rostro humano (ya que con el socialismo no se pudo). Porque la garantía de ese “giro” o “corrección” del modelo viene dada, como se nos ha dicho, por la perenne verdad de que las mujeres tienen una sensibilidad diferente a los hombres.
Sino no lo cree, recuerde por ejemplo a Golda Meier afirmando que el pueblo palestino no existe o a Margaret Thatcher destruyendo el estado de bienestar inglés. Esas sensibles mujeres nunca escondieron lo que eran ni lo que pretendían: no tuvieron que desinformar a sus electores para conseguir sus votos.
(*) Andrés Monares. Antropólogo, profesor en la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile.
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