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MIRANDO AL SUR - augusto alvarado


“DONDE DA LA VUELTA EL AIRE”

<hr><u><h1>“DONDE DA LA VUELTA EL AIRE” </h1></u>

Por Enrique Lacolla
La Voz del Interior – Córdoba – 27 de Noviembre de 2005
 

Vientos de cambio soplan en el mundo. Están lejos de constituir un huracán, pero dan testimonio de que algo se está agotando y de que se empieza a abrir camino una conciencia de modificar un estado de cosas que viene de décadas y que sólo acarrea hasta aquí sufrimiento, anomia y muerte.

La reunión de Néstor Kirchner y Hugo Chávez en Puerto Ordaz, que supuso el lanzamiento del audaz proyecto de un gasoducto que vinculará a Venezuela con los países del Mercosur, en un momento en que las relaciones del bloque regional con Estados Unidos no pasan por su mejor momento, más la virtual conformación de un eje Caracas-Brasilia-Buenos Aires, es un dato que no se puede tomar a la ligera, como hacen muchos comentaristas que insisten en el histrionismo del presidente venezolano, el humor atrabiliario del argentino o la escasa disposición de un elusivo Luiz Inácio “Lula” da Silva en el sentido de comprometerse a fondo en la alianza regional. Es evidente que cada mandatario se expresa de acuerdo a sus propios requerimientos internos y también, por qué no, a su propio carácter; pero es obvio también que compromisos de esta envergadura no pueden tomarse sin un acuerdo previo entre los socios del bloque, que por otra parte se apresta a institucionalizar la incorporación de Venezuela a éste, cosa que ya empezaba a estar claramente asentada en los hechos.

Este progreso en la integración latinoamericana es un dato muy positivo, no sólo por lo que representa en el ámbito de la historia de nuestros países, que ven así el diseño (difuso aún) de una perspectiva unitaria frustrada desde la independencia, sino porque, al revés de lo que ocurre, por ejemplo, en las manifestaciones parisinas que han concurrido a dar un toque incendiario a la protesta contra el sistema, están direccionadas de manera racional y pueden ser profundizadas sin promover problemas. Antes al contrario, de su profundización provendría la superación o el comienzo de la superación de esas dificultades.

Pero un síntoma positivo provino también de un lugar y de una constelación política que empezábamos a dar por perdidos. En Israel, Amir Peretz, el jefe de la Histadrut o Central del Trabajo, ha resultado elegido para dirigir el Partido Laborista, venciendo a Shimon Peres.

Este hecho puede tener ramificaciones importantes en la política interna israelí y en la perspectiva de una paz con los palestinos. Peretz tiene ascendencia en inmigrantes judíos de Noráfrica –la misma extracción social, con diferente práctica confesional, de los que protagonizaron los disturbios en París en las semanas pasadas. Esa masa de votantes, que es la menos favorecida desde una faz económica, había sido decisiva para la elección de Menahem Begin al frente del Likud y había contribuido, por lo tanto, a consolidar el núcleo duro del conservadurismo israelí frente al problema palestino. Al bascular hacia la izquierda, podrían determinar el final del predominio de la rica elite askenazi en el laborismo, convirtiéndose así en un hecho dinamizador de una política israelí que ha oscilado entre los accesos expansionistas y una coriácea resistencia a admitir el factor palestino como actor legítimo en el proceso regional.

El factor Bush

Frente a estos sorprendentes movimientos, la cúpula de Washington parece aferrarse al diagrama previsto desde hace años y dirigido a capturar o a implantarse en las áreas estratégicas del globo y a demonizar a quienes no se ajusten a ese programa, barriéndolos del mapa cuando eso resulta necesario.

La última revelación de lo peligrosos que son los métodos que el establishment norteamericano puede propugnar se filtró días pasados en el diario británico Daily Mirror. El cotidiano publicó el “memo” secreto de un coloquio entre George W. Bush y Tony Blair, desarrollado el año pasado, durante el cual el mandatario norteamericano le expresó a su par inglés que quería atacar la central de la televisora independiente árabe Al Jazeera, en su sede central de Qatar. El premier británico lo habría disuadido alegando la gravedad de las consecuencias que semejante acto podía acarrear.

Por cierto que luego se pretendió hacer pasar las expresiones de Bush como un rasgo de humor, señalando que no eran sino una broma; pero, conociendo los antecedentes que en esa materia se han producido en estos años, los periodistas de la famosa cadena árabe no deben sentirse muy seguros dentro de su piel.

Convengamos en que la prepotencia no es la mejor forma de enfrentar los retos de un mundo cambiante. Tal vez los síntomas que reseñamos dan la pauta de que se empieza a reaccionar de manera saludable frente a ellos.

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