LAS EXPLORACIONES DEL PADRE DE AGOSTINI (I)
con un grupo de alumnos del Liceo San José
ÚLTIMA ESPERANZA Y MONTE MAYO
Tecpetrol - 2000
Entre 1916 y 1917 las exploraciones de De Agostini tuvieron como campo de acción la Patagonia y, precisamente, los grupos del Balmaceda y del Paine. El primer macizo surge al fondo de la bahía Ultima Esperanza, unos setenta kilómetros al nordeste de Puerto Natales. Alrededor de las laderas de la montaña De Agostini realizó algunos relevamientos para mejor definir la orografía. Bastante más laboriosa e interesante fue la exploración del macizo del Paine, situado un poco más al norte del Balmaceda.
De las descripciones conservadas es fácil comprender que ese grupo montañoso suscitó en el misionero una muy fuerte impresión, ya sea por la majestuosidad de las cimas como por la belleza del ambiente natural. En la región Última Esperanza, De Agostini veía (y no se equivocaba) un rincón del paraíso terrestre que había quedado oculto, durante años, a los ojos humanos. Varias veces efectuó excursiones por la zona, dejándonos una admirable descripción en sus libros y acompañándola de espléndidas fotografías.
A propósito del Paine se expresa así: "El lugar es de los más salvajes y grandiosos. Selvas, lagos, ríos, cascadas, constituyen el pedestal de este fantástico castillo torreado, con murallones gigantescos, acorazado de hielos, sobrepasado por agujas de terrible aspecto que tanta seducción ofrecen al denuedo de los montañistas."
En 1929 De Agostini efectuó la exploración del último extremo de territorio aún desconocido de la cadena, la cuenca terminal del Paine, que, por su forma perfectamente circular, fue confundida por Moyano, quien la entrevió a la distancia, con el cráter de un volcán extinguido. Del mismo año es la travesía de la Sierra de Los Baguales, macizo basáltico que separa el Paine del Lago Argentino. El grupo montañoso, aislado y salvaje, reservaba nuevas e inusitadas vistas al explorador, quien, en sólo siete horas de caballo, llegó de la estancia "Los Leones" a la estancia "Anita", sobre las orillas del Lago Argentino.
Concluida esta campaña, el salesiano proyectó su interés más al norte, sobre el mismo Lago Argentino y hacia los glaciares que allí se precipitan alimentándose en el corazón de la Cordillera. La región estaba prácticamente inexplorada, y eran desconocidos el paisaje y la orografía interna. Entre diciembre de 1930 y enero de 1932 De Agostini colmó estas lagunas geográficas visitando los fiordos Mayo y Spegazzini. Como siempre, su primera preocupación fue procurar alcanzar alguna cima que pudiese ser punto panorámico para los relevamientos. Con los guías Croux y Bron y con el doctor Egidio Feruglio, el padre De Agostini se dirigió primeramente al glaciar interno y después intentó la ascensión de la imponente pirámide del Monte Mayo. Favorecidos por un poco común período de buen tiempo, los cuatro lograron escalarlo y alcanzaron sin problemas los 2430 metros de la cima, de la cual podían dominar el fiordo y las tierras que se extienden lejos del mar.
Era el 14 de enero de 1931, y desde la cima De Agostini tuvo una vista completa del territorio que lo circundaba. "Un panorama estupendo, indescriptible por la profunda vastedad del horizonte y por la sublime grandiosidad de los centenares de cumbres... son las primeras miradas humanas que contemplan estas soledades de hielo entre arrebatos de alegría y atónito recogimiento... La mirada se dirige ávida a través de aquella inmensa extensión de nieves, de hielo y de cumbres, que la cristalina transparencia de la atmósfera y la fulgurante luz del sol tornan aún más nítida, y procuro escrutar sus secretos."
Bastan estas palabras para aclarar las ideas acerca de qué tipo de explorador fue De Agostini: un científico riguroso, pero también y sobre todo un hombre sediento de conocimientos, impulsado por un fuerte deseo romántico hacia las soledades y lo desconocido, y además, un hombre de fe siempre pronto para asombrase ante las maravillas de la creación.
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