SI ES MEDIANOCHE EN EL SIGLO...
Por Enrique Lacolla
Fuente: Diario La Voz del Interior- Cordoba 21 noviembre de 2004
http://www.lavozdelinterior.net
A principios de 1940, el escritor Víctor Serge publicaba en París una novela titulada Si es medianoche en el siglo.... Serge, un militante comunista de larga trayectoria, acababa de salir de las prisiones de Stalin y meses más tarde debió huir de la capital francesa ante la victoria alemana en el frente del Oeste, que lo forzó a buscar refugio en México.
Tomada entre el totalitarismo estalinista y la barbarie nazi, Europa se bamboleaba en el borde de un abismo al que no tardaría en caer.
Nos preguntamos si ese título no conviene también al presente. La elección que legitimó al presidente George Bush, la espiral de violencia que ciñe a Medio Oriente y la prosecución de la obscena guerra que los norteamericanos llevan en Irak, más la sofocante hipocresía que los grandes medios y buena parte de la intelectualidad de Occidente despliegan al describir la realidad, de alguna manera así lo indican.
Por estos días muere en circunstancias poco claras, Yasser Arafat, líder de un pueblo oprobiosamente privado de su nacionalidad y sujeto al desprecio y al maltrato; los mandos estadounidenses desencadenan una brutal ofensiva contra Faluja, cubriéndola con la habitual cortina de humo de la desinformación, y Bush reorganiza su gabinete de acuerdo con líneas que apuntan a confirmar y profundizar la tesitura militarista e intervencionista de Estados Unidos en el mundo.
La muerte del principal referente del pueblo palestino fue recibida con una apenas velada satisfacción de parte de Bush y del premier británico Tony Blair.
En cuanto a las figuras de proa del gabinete israelí, huelgan los comentarios. Baste recordar que un año atrás, el viceprimer ministro Ehud Olmert afirmó que la eliminación de Arafat no era asunto de moral, sino de saber si era práctica o no... Desde luego, Israel niega con vehemencia un involucramiento en la muerte
de Arafat. Más allá del carácter natural o inducido de la muerte del líder palestino, está claro que tanto para la derecha israelí como para Bush, la desaparición de Arafat implica la remoción de un obstáculo.
¿Obstáculo para qué?, cabe preguntar. Pues, para implementar el megaproyecto de modernización neocolonial de Medio Oriente, al que Bush y los halcones que lo rodean se han lanzado de manera decidida y que requiere hacer tabla rasa con las soluciones de compromiso.
Carta blanca
Lo más duro de la ecuación actual, sin embargo, reside en el refrendo que el pueblo norteamericano dio a su actual presidente. No se trata de que su adversario fuese mucho mejor que él, sino de que, con su voto, los estadounidenses ratificaron en forma explícita que quieren más intervención, más guerra fuera de sus fronteras, más supresión de libertades civiles en su propia casa; y demostraron que la infatuación y el desdén hacia la realidad mundial siguen predominando entre ellos.
Esto plantea un grave caso de responsabilidad colectiva. No es la primera vez ni será la última en la historia que un gran pueblo elige mal a sus representantes.
Pero, en el caso norteamericano, por la enorme incidencia global de su país, el dato resulta ominoso.
Hoy, Bush ganó por derecho propio el sillón que ocupa. Sus primeros movimientos inducen a creer que profundizará el rumbo adoptado. Se ha sacado de encima a una dudosa paloma al frente del Departamento de Estado, el general Colin Powell, y puso en su lugar a Condoleezza Rice, ex asesora en asuntos de seguridad y casada con los criterios duros de la política de Washington.
A Powell se lo definía como un hombre razonable, a quien se otorgaba cierto crédito como contrapeso a los ideólogos neoconservadores y belicistas al estilo de Paul Wolfowitz o Donald Rumsfeld; aunque su despedida congratulándose de haber servido, durante su gestión, a la liberación de los pueblos de Afganistán e Irak, dice mucho sobre los alcances de su moderación.
Ahora se verá cómo Bush lidia con el paquete que se obsequió a sí mismo en Medio Oriente.
La destrucción del bastión rebelde de Faluja no impide que las hostilidades se generalizasen en todo Irak, mientras el body count del ejército norteamericano intenta tapar, con cadáveres de imprecisa procedencia, su fracaso en ordenar al país.
¿Habrá envíos masivos de tropas a la región? Los ayatolas iraníes, por si acaso, decidieron poner sus barbas en remojo, suspendiendo su plan para el enriquecimiento de uranio.
Mientras tanto, Rusia anuncia una nueva generación de misiles nucleares, en directo mensaje al gobierno norteamericano.
Es medianoche en el siglo.
Fuente: Diario La Voz del Interior- Cordoba 21 noviembre de 2004
http://www.lavozdelinterior.net
A principios de 1940, el escritor Víctor Serge publicaba en París una novela titulada Si es medianoche en el siglo.... Serge, un militante comunista de larga trayectoria, acababa de salir de las prisiones de Stalin y meses más tarde debió huir de la capital francesa ante la victoria alemana en el frente del Oeste, que lo forzó a buscar refugio en México.
Tomada entre el totalitarismo estalinista y la barbarie nazi, Europa se bamboleaba en el borde de un abismo al que no tardaría en caer.
Nos preguntamos si ese título no conviene también al presente. La elección que legitimó al presidente George Bush, la espiral de violencia que ciñe a Medio Oriente y la prosecución de la obscena guerra que los norteamericanos llevan en Irak, más la sofocante hipocresía que los grandes medios y buena parte de la intelectualidad de Occidente despliegan al describir la realidad, de alguna manera así lo indican.
Por estos días muere en circunstancias poco claras, Yasser Arafat, líder de un pueblo oprobiosamente privado de su nacionalidad y sujeto al desprecio y al maltrato; los mandos estadounidenses desencadenan una brutal ofensiva contra Faluja, cubriéndola con la habitual cortina de humo de la desinformación, y Bush reorganiza su gabinete de acuerdo con líneas que apuntan a confirmar y profundizar la tesitura militarista e intervencionista de Estados Unidos en el mundo.
La muerte del principal referente del pueblo palestino fue recibida con una apenas velada satisfacción de parte de Bush y del premier británico Tony Blair.
En cuanto a las figuras de proa del gabinete israelí, huelgan los comentarios. Baste recordar que un año atrás, el viceprimer ministro Ehud Olmert afirmó que la eliminación de Arafat no era asunto de moral, sino de saber si era práctica o no... Desde luego, Israel niega con vehemencia un involucramiento en la muerte
de Arafat. Más allá del carácter natural o inducido de la muerte del líder palestino, está claro que tanto para la derecha israelí como para Bush, la desaparición de Arafat implica la remoción de un obstáculo.
¿Obstáculo para qué?, cabe preguntar. Pues, para implementar el megaproyecto de modernización neocolonial de Medio Oriente, al que Bush y los halcones que lo rodean se han lanzado de manera decidida y que requiere hacer tabla rasa con las soluciones de compromiso.
Carta blanca
Lo más duro de la ecuación actual, sin embargo, reside en el refrendo que el pueblo norteamericano dio a su actual presidente. No se trata de que su adversario fuese mucho mejor que él, sino de que, con su voto, los estadounidenses ratificaron en forma explícita que quieren más intervención, más guerra fuera de sus fronteras, más supresión de libertades civiles en su propia casa; y demostraron que la infatuación y el desdén hacia la realidad mundial siguen predominando entre ellos.
Esto plantea un grave caso de responsabilidad colectiva. No es la primera vez ni será la última en la historia que un gran pueblo elige mal a sus representantes.
Pero, en el caso norteamericano, por la enorme incidencia global de su país, el dato resulta ominoso.
Hoy, Bush ganó por derecho propio el sillón que ocupa. Sus primeros movimientos inducen a creer que profundizará el rumbo adoptado. Se ha sacado de encima a una dudosa paloma al frente del Departamento de Estado, el general Colin Powell, y puso en su lugar a Condoleezza Rice, ex asesora en asuntos de seguridad y casada con los criterios duros de la política de Washington.
A Powell se lo definía como un hombre razonable, a quien se otorgaba cierto crédito como contrapeso a los ideólogos neoconservadores y belicistas al estilo de Paul Wolfowitz o Donald Rumsfeld; aunque su despedida congratulándose de haber servido, durante su gestión, a la liberación de los pueblos de Afganistán e Irak, dice mucho sobre los alcances de su moderación.
Ahora se verá cómo Bush lidia con el paquete que se obsequió a sí mismo en Medio Oriente.
La destrucción del bastión rebelde de Faluja no impide que las hostilidades se generalizasen en todo Irak, mientras el body count del ejército norteamericano intenta tapar, con cadáveres de imprecisa procedencia, su fracaso en ordenar al país.
¿Habrá envíos masivos de tropas a la región? Los ayatolas iraníes, por si acaso, decidieron poner sus barbas en remojo, suspendiendo su plan para el enriquecimiento de uranio.
Mientras tanto, Rusia anuncia una nueva generación de misiles nucleares, en directo mensaje al gobierno norteamericano.
Es medianoche en el siglo.
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