AHORA HABLEMOS DE LOS VIVOS
(A propósito de Gladys Marín)
por Andrés Monares
El Mostrador - 16 de Marzo del 2005
No quiero escribir sobre Gladys Marín. Venimos saliendo de una sobresaturación mediática donde se le trató con exagerada zalamería y, como es costumbre en el país, una vez fallecida se elevó su vida por sobre el resto de los mortales. Además, ya se ha hecho en este mismo espacio. Pero, sí quiero escribir a partir de su figura pública sobre los políticos que se quedaron.
Como se repitió hasta la saciedad luego de su muerte, destacó sobre todo en los últimos años por no callar lo que creía tenía que decirse. En lo personal, su estilo no me cautivaba: no me seducía su discurso ni sus muletillas de la cultura de izquierda. Aunque, al escucharla las veces que fue candidata, le dejaba a uno la agradable convicción de que en verdad creía en lo que hablaba y proponía. O sea, tuvo la credibilidad para convencer que tras sus palabras estaban ideas sentidas y no eslóganes vacíos ni jingles pegajosos con letras igual de vacías. Por mucho tiempo debe haber sido una de las pocas candidatas reales. Lo cual se realzaba más en nuestro ambiente político lleno de malos actores y actrices inventados en brain storming de publicistas (¡y que aún así salen elegidos!).
De hecho, dentro de las zalamerías mediáticas, la más repetida fue sobre su consecuencia. Sus críticos dirán que es fácil serlo cuando no se tiene el poder y más cuando no hay ni visos de acceder a él. Puede ser. Sin embargo, lo que debería de ser signo de que algo anda mal, es escuchar repetidamente a los propios políticos destacando tanto esa cualidad. Me refiero a que cuando uno cree en un modelo de sociedad, se supone que habla desde esa base y actúa en consecuencia. No debería ser una gracia, sino lo lógico. Lo cual nos da una pista del nivel al que hemos llegado en nuestra democracia: cuando un político se comporta como político se le admira... ¡y sobre todo sus pares!
Por algo, de la gran mayoría de quienes pertenecen al ámbito político-partidario de la Concertación o la Alianza, unos se enorgullecen de su buena administración del modelo y los otros -huérfanos por el plagio que los dejó sin propuesta- sólo reclaman acerca de detalles. Mas, ninguno osa salirse ni un pelo del libreto preestablecido para hacer política. Por eso, a estas alturas a nadie debería sorprender que se rechacen de plano hasta insinuaciones sobre discutir una posible alteración del orden existente. Porque ni pensar en cambios al modelo. Sin que llame la atención, cualquier propuesta de fondo es deslegitimada como demagogia y desechada luego. Hasta las campañas han dejado de ser una instancia de debate político real o de ideas. Así, de haber algo que discutir en este paraíso del consenso cupular, sólo debe circunscribirse a tecnicismos que mejoren la administración de lo que hay.
Esos mismos administradores, con cara compungida o de estadista en situación, robaron cuanta cámara pudieron para dar una declaración que dejara en evidencia su altura. Aunque, fueron esos mismos los que por años, fuera de declaraciones, no han movido un dedo para cambiar el sistema binominal y que el PC esté debidamente representado en el Congreso. Otros compungidos, los hoy salomónicos-reconocedores-de-méritos, sólo ayer fueron cómplices en secuestros, torturas, exilios, muertes y en desaparecimientos de cuerpos de los propios militantes del PC. Desaparecidos entre los que aún se cuenta el esposo de la que ahora ensalzan -la cual de haber sido ubicada habría sido también asesinada- y que murió sin conocer el paradero de los restos de su marido. ¡Con razón se admiran tanto de la consecuencia!
Con todo lo que se le pueda criticar, Gladys Marín llegó a ser una especie de conciencia de nuestro sistema democrático. No ella, sino lo que representó su figura política. Estuvo encargada de manifestar lo que la mayoría de los políticos progresistas (o incluso los que por ser simplemente chilenos) debían decir y han callado para no perder su sillón en el Congreso o su puesto de trabajo en el aparato del Estado. Eso creo que explica la cantidad de gente que asistió a su velatorio y a su funeral. Si cree Ud. que exagero con eso de conciencia, se lo concedo. Pero, lo siento, no es mi culpa que en el país de los ciegos el tuerto sea rey.
No obstante, los políticos (esos administradores realistas) ya estarán preparando sus intervenciones y campañas calculando que conceptos como debate, redistribución, justicia social o leyes laborales deberán emplearse en los discursos, carteles y jingles. Sesudamente habrán concluido, del funeral de Marín como antes del Foro Social Chileno, que eso le interesa a la gente. Claro que en su caso es oportunismo. No convicción, ni consecuencia, ni real interés en las verdaderas condiciones de vida del pueblo.
Ojalá algún día nuestros políticos se aburran de la administración de empresas y del mercadeo y quieran hacer política, vuelvan a tener ideologías y las confronten. Tal vez hasta les guste. Debe ser satisfactorio eso de trabajar en verdad para quienes les pagan su sueldo legal. Debe ser bueno vivir con honor y morir con gloria.
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