LA REGRESIÓN AL COLONIAJE
Por Enrique Lacolla
Mayo de 2005
El olvido del aniversario de Bandung y la usurpación por la Unión Europea de territorios que no le pertenecen, indican un retroceso histórico a corregir desde el Sur .
Mientras el 60 aniversario del final de la segunda guerra mundial en Europa fue acogido con numerosos servicios informativos y actos recordatorios, el quincuagésimo cumpleaños de la conferencia de Bandung pasó casi desapercibido.
Esto es demostrativo de que se ha abierto un hiato entre las consecuencias que tuvo la derrota del Eje en 1945, que redundaron en la difusión universal de una conciencia liberadora, y la realidad de un presente gobernado, en el fondo, por los mismos criterios que habían presidido los desarrollos históricos del capitalismo tardío. Esto es, del imperialismo.
La conferencia de Bandung en abril de 1955 fue la exteriorización de la confianza de los nuevos estados poscoloniales de Asia y Africa. Todos, más allá de las diferencias que los separaban respecto de la actitud a adoptar respecto de los polos de la guerra fría, compartían la certidumbre de que una nueva época se estaba abriendo, signada por la necesidad de rechazar la odiosa supremacía colonialista.
El momento era favorable para hacerlo. Había terminado la guerra de Corea y de Indochina habían sido expulsados los ocupantes franceses. China pugnaba por ocupar un espacio en el concierto de naciones, del cual había sido separada por la cuarentena que Estados Unidos le había impuesto luego del triunfo de la revolución comunista. La India se insinuaba como una potencia emergente, mientras que en Egipto bullía la revolución acaudillada por Gamal Abdel Nasser y su promesa de la fundación de una nación árabe.
El escenario estaba ocupado por figuras descollantes. Chou en Lai, Jawaharlal Nehru, Ahmed Sukarno, Nasser, eran representantes de una generación de luchadores que habían logrado abatir el yugo extranjero y estaban provistos del carisma propio de la era de grandes cambios, precipitados con el ascenso revolucionario que venía verificándose desde los tiempos de la revolución francesa.
Pero Bandung tuvo un complemento, seis años más tarde, que redondearía el programa esbozado en la ciudad indonesia: la conferencia de Brioni, isla yugoslava en el Adriático, donde en 1961 el mariscal Tito, Nasser y Nehru dieron forma al Movimiento de los países No Alineados, MNA (o NAM, por su sigla en inglés, Non Aligned Movement), que definiría su postura en base a unos pocos pero estrictos principios rectores: preservación de la independencia, no pertenencia a ningún bloque militar, rechazo a la presencia de bases extranjeras, defensa de la autodeterminación de los pueblos y exigencia de un desarme "completo y general".
El eclipse de una ilusión
De entonces para acá, "mucha agua ha corrido debajo de muchos puentes rotos", para decirlo con una frase de André Malraux. Los países asiáticos convocados en Bandung y luego sumados al Movimiento de los No Alineados, en general han sido protagonistas de un crecimiento espectacular, bien que bastante alejado de las premisas solidarias que impregnaban a la época de la rebelión anticolonial; pero los otros han corrido un destino muy distinto: Yugoslavia ha desaparecido del mapa, dispersada en una miríada de miniestados carentes de todo peso específico; el nacionalismo árabe, laico y progresista, ha naufragado o ha dado lugar a regímenes opresores y a menudo corruptos, que tienen frente a sí la rebelión, furiosa pero aparentemente sin salida, del extremismo fundamentalista; y Africa ha retornado poco menos que a la época de las cavernas.
Determinante de este fracaso fue la caída de la Unión Soviética, cuya presencia daba lugar a una tensión bipolar que concedía cierto margen de maniobra a los países que no querían arrodillarse ante el diktat de una u otra de las superpotencias militares que se disputaban la primacía en el globo; pero también pesó mucho en ese resultado la permanente presión imperialista y asimismo el lastre significado por el atraso o el desconcierto político de sociedades demasiado heterogéneas y sobre todo demasiado primitivas, cosa que había supuesto un obstáculo muy difícil de vencer. No es casual que las experiencias nacionales exitosas protagonizadas por los países de Bandung se hayan dado en lugares connotados por una antigua cultura, como en el caso de China y la India, apoyadas por lo demás en una milenaria experiencia de administración burocrática.
Hoy, con otras características y de manera más oblicua aunque tal vez aun más destructora, el espectro de la tiranía occidental sobre los negocios mundiales está acosando a muchos de los países que en Bandung creían haber escapado del yugo. El carácter implacable de esa presión está disimulado por las buenas palabras, pero no es menos feroz de lo que lo era durante la época predatoria del colonialismo desembozado.
Los piratas de ayer se han metamorfoseado en los inversores de hoy. En vez de cuerpos expedicionarios vigilan legiones de ejecutivos con computadoras, sin que esto impida, cuando la necesidad lo exige, que a su presencia se añada la parafernalia militar que se encarga de poner en su lugar a quienes son reacios a escuchar las "sugerencias" que aquellos imparten. En ese momento, los consejos se transforman en órdenes.
Ahora bien, aunque el discurso "políticamente correcto" de las grandes potencias suele soslayar estas realidades, de cuando en cuando la comprensión arrogante de las relaciones mundiales se descuida y deja traslucir, incluso en los papeles, la conciencia despectiva que tiene respecto de los que otrora fueran sus vasallos, y la disposición a volver a instalar, de forma desembozada, la ley de la cañonera.
Desparpajo
La Constitución Europea que está en vías de aprobarse por estos días, por ejemplo, se arroga derechos sobre territorios que no le pertenecen, por cuenta de los antiguos mandantes coloniales. Entre ellos están las islas Malvinas y los archipiélagos australes sobre los que existe un expreso reclamo argentino de soberanía.
En el texto del documento se expresa que "los países y territorios no europeos que mantienen relaciones especiales con Dinamarca, Francia, los Países Bajos y el Reino Unido están asociados a la Unión Europea".
Esto implica, en el caso de las Malvinas (que el documento nombra como Falklands) el olímpico desconocimiento de los antecedentes que avalan nuestro reclamo y que se fundan en la proximidad geográfica, la continuidad geológica y los antecedentes de la historia, que arrancan del virreinato y culminan en el sangriento conflicto de 1982.
Títulos a los cuales se añadió una declaración expresa del Congreso argentino, que en 1990 provincializó a Tierra del Fuego y a todas las islas del Atlántico sur, incluidas las Malvinas.
Pasar por encima de estos datos es demostrativo de la arrogancia de que hablamos. La vieja-nueva Europa, cuyas diferencias con el coloso norteamericano no implican la inexistencia de coincidencias de fondo con este en lo que hace al reglamento de los asuntos mundiales, asume su papel en el reparto del poder con una tranquilidad colindante con el descaro.
Dudas
¿Qué posición tomó el gobierno argentino ante este atropello? No lo suficientemente enérgica, en apariencia. La Cancillería ha expresado "enojo y malestar" ante la asociación de las Malvinas y otras islas del Atlántico Sur, a la Unión Europea. Pero ese enojo no basta. En especial porque surge a destiempo, pues los contenidos de la carta orgánica de la UE tendrían que haber sido tomados en consideración por nuestros diplomáticos muchos meses atrás, ya que no era un documento secreto y había sido puesto a consideración de los ciudadanos españoles residentes en el país para que la votasen.
Pero la reacción del gobierno nacional ha sido, hasta el momento de escribir esta nota, insuficiente. Sobre todo porque es sólo reactiva, y no acude a la sede en la cual se debería tratar este tipo de problemas de aquí en adelante. Esto es, el Mercosur y la flamante Comunidad Sudamericana de Naciones.
Están volviendo los tiempos del coloniaje. La única manera de resistir con éxito a la presión de los supercolosos es formando una región aparte, que cumpla el mandato unitario de origen bolivariano y sanmartiniano, y que a la vez sirva de reparo y contrapeso al desparpajo imperial.
La necesidad de formar una nueva constelación geopolítica que involucre a los países sudamericanos debería implicar también el reexamen de la utilidad de la OEA. En la actualidad esta ve diluida su funcionalidad por los votos que en ella tienen muchos pseudo estados que no son otra cosa que las proyecciones en ultramar de viejas potencias coloniales.
Es hora de formar un nuevo consejo que agrupe a los países iberoamericanos, que conforman la casi totalidad de la población del hemisferio occidental al sur del Río Grande. El mundo está cambiando, y la reforma de los organismos internacionales, incluida la ONU, debería acompañar ese cambio.
En Bandung se halló un expediente para expresar un mundo ex colonial en ascenso. Hoy es indispensable forjar nuevos instrumentos institucionales para separarse de los que son regulados por quienes, si no son nuestros enemigos, tampoco son nuestros amigos, y para erigir barreras a su dinamismo, mientras generamos las fuerzas que nos son necesarias para seguir creciendo.
Mayo de 2005
Mientras el 60 aniversario del final de la segunda guerra mundial en Europa fue acogido con numerosos servicios informativos y actos recordatorios, el quincuagésimo cumpleaños de la conferencia de Bandung pasó casi desapercibido.
Esto es demostrativo de que se ha abierto un hiato entre las consecuencias que tuvo la derrota del Eje en 1945, que redundaron en la difusión universal de una conciencia liberadora, y la realidad de un presente gobernado, en el fondo, por los mismos criterios que habían presidido los desarrollos históricos del capitalismo tardío. Esto es, del imperialismo.
La conferencia de Bandung en abril de 1955 fue la exteriorización de la confianza de los nuevos estados poscoloniales de Asia y Africa. Todos, más allá de las diferencias que los separaban respecto de la actitud a adoptar respecto de los polos de la guerra fría, compartían la certidumbre de que una nueva época se estaba abriendo, signada por la necesidad de rechazar la odiosa supremacía colonialista.
El momento era favorable para hacerlo. Había terminado la guerra de Corea y de Indochina habían sido expulsados los ocupantes franceses. China pugnaba por ocupar un espacio en el concierto de naciones, del cual había sido separada por la cuarentena que Estados Unidos le había impuesto luego del triunfo de la revolución comunista. La India se insinuaba como una potencia emergente, mientras que en Egipto bullía la revolución acaudillada por Gamal Abdel Nasser y su promesa de la fundación de una nación árabe.
El escenario estaba ocupado por figuras descollantes. Chou en Lai, Jawaharlal Nehru, Ahmed Sukarno, Nasser, eran representantes de una generación de luchadores que habían logrado abatir el yugo extranjero y estaban provistos del carisma propio de la era de grandes cambios, precipitados con el ascenso revolucionario que venía verificándose desde los tiempos de la revolución francesa.
Pero Bandung tuvo un complemento, seis años más tarde, que redondearía el programa esbozado en la ciudad indonesia: la conferencia de Brioni, isla yugoslava en el Adriático, donde en 1961 el mariscal Tito, Nasser y Nehru dieron forma al Movimiento de los países No Alineados, MNA (o NAM, por su sigla en inglés, Non Aligned Movement), que definiría su postura en base a unos pocos pero estrictos principios rectores: preservación de la independencia, no pertenencia a ningún bloque militar, rechazo a la presencia de bases extranjeras, defensa de la autodeterminación de los pueblos y exigencia de un desarme "completo y general".
El eclipse de una ilusión
De entonces para acá, "mucha agua ha corrido debajo de muchos puentes rotos", para decirlo con una frase de André Malraux. Los países asiáticos convocados en Bandung y luego sumados al Movimiento de los No Alineados, en general han sido protagonistas de un crecimiento espectacular, bien que bastante alejado de las premisas solidarias que impregnaban a la época de la rebelión anticolonial; pero los otros han corrido un destino muy distinto: Yugoslavia ha desaparecido del mapa, dispersada en una miríada de miniestados carentes de todo peso específico; el nacionalismo árabe, laico y progresista, ha naufragado o ha dado lugar a regímenes opresores y a menudo corruptos, que tienen frente a sí la rebelión, furiosa pero aparentemente sin salida, del extremismo fundamentalista; y Africa ha retornado poco menos que a la época de las cavernas.
Determinante de este fracaso fue la caída de la Unión Soviética, cuya presencia daba lugar a una tensión bipolar que concedía cierto margen de maniobra a los países que no querían arrodillarse ante el diktat de una u otra de las superpotencias militares que se disputaban la primacía en el globo; pero también pesó mucho en ese resultado la permanente presión imperialista y asimismo el lastre significado por el atraso o el desconcierto político de sociedades demasiado heterogéneas y sobre todo demasiado primitivas, cosa que había supuesto un obstáculo muy difícil de vencer. No es casual que las experiencias nacionales exitosas protagonizadas por los países de Bandung se hayan dado en lugares connotados por una antigua cultura, como en el caso de China y la India, apoyadas por lo demás en una milenaria experiencia de administración burocrática.
Hoy, con otras características y de manera más oblicua aunque tal vez aun más destructora, el espectro de la tiranía occidental sobre los negocios mundiales está acosando a muchos de los países que en Bandung creían haber escapado del yugo. El carácter implacable de esa presión está disimulado por las buenas palabras, pero no es menos feroz de lo que lo era durante la época predatoria del colonialismo desembozado.
Los piratas de ayer se han metamorfoseado en los inversores de hoy. En vez de cuerpos expedicionarios vigilan legiones de ejecutivos con computadoras, sin que esto impida, cuando la necesidad lo exige, que a su presencia se añada la parafernalia militar que se encarga de poner en su lugar a quienes son reacios a escuchar las "sugerencias" que aquellos imparten. En ese momento, los consejos se transforman en órdenes.
Ahora bien, aunque el discurso "políticamente correcto" de las grandes potencias suele soslayar estas realidades, de cuando en cuando la comprensión arrogante de las relaciones mundiales se descuida y deja traslucir, incluso en los papeles, la conciencia despectiva que tiene respecto de los que otrora fueran sus vasallos, y la disposición a volver a instalar, de forma desembozada, la ley de la cañonera.
Desparpajo
La Constitución Europea que está en vías de aprobarse por estos días, por ejemplo, se arroga derechos sobre territorios que no le pertenecen, por cuenta de los antiguos mandantes coloniales. Entre ellos están las islas Malvinas y los archipiélagos australes sobre los que existe un expreso reclamo argentino de soberanía.
En el texto del documento se expresa que "los países y territorios no europeos que mantienen relaciones especiales con Dinamarca, Francia, los Países Bajos y el Reino Unido están asociados a la Unión Europea".
Esto implica, en el caso de las Malvinas (que el documento nombra como Falklands) el olímpico desconocimiento de los antecedentes que avalan nuestro reclamo y que se fundan en la proximidad geográfica, la continuidad geológica y los antecedentes de la historia, que arrancan del virreinato y culminan en el sangriento conflicto de 1982.
Títulos a los cuales se añadió una declaración expresa del Congreso argentino, que en 1990 provincializó a Tierra del Fuego y a todas las islas del Atlántico sur, incluidas las Malvinas.
Pasar por encima de estos datos es demostrativo de la arrogancia de que hablamos. La vieja-nueva Europa, cuyas diferencias con el coloso norteamericano no implican la inexistencia de coincidencias de fondo con este en lo que hace al reglamento de los asuntos mundiales, asume su papel en el reparto del poder con una tranquilidad colindante con el descaro.
Dudas
¿Qué posición tomó el gobierno argentino ante este atropello? No lo suficientemente enérgica, en apariencia. La Cancillería ha expresado "enojo y malestar" ante la asociación de las Malvinas y otras islas del Atlántico Sur, a la Unión Europea. Pero ese enojo no basta. En especial porque surge a destiempo, pues los contenidos de la carta orgánica de la UE tendrían que haber sido tomados en consideración por nuestros diplomáticos muchos meses atrás, ya que no era un documento secreto y había sido puesto a consideración de los ciudadanos españoles residentes en el país para que la votasen.
Pero la reacción del gobierno nacional ha sido, hasta el momento de escribir esta nota, insuficiente. Sobre todo porque es sólo reactiva, y no acude a la sede en la cual se debería tratar este tipo de problemas de aquí en adelante. Esto es, el Mercosur y la flamante Comunidad Sudamericana de Naciones.
Están volviendo los tiempos del coloniaje. La única manera de resistir con éxito a la presión de los supercolosos es formando una región aparte, que cumpla el mandato unitario de origen bolivariano y sanmartiniano, y que a la vez sirva de reparo y contrapeso al desparpajo imperial.
La necesidad de formar una nueva constelación geopolítica que involucre a los países sudamericanos debería implicar también el reexamen de la utilidad de la OEA. En la actualidad esta ve diluida su funcionalidad por los votos que en ella tienen muchos pseudo estados que no son otra cosa que las proyecciones en ultramar de viejas potencias coloniales.
Es hora de formar un nuevo consejo que agrupe a los países iberoamericanos, que conforman la casi totalidad de la población del hemisferio occidental al sur del Río Grande. El mundo está cambiando, y la reforma de los organismos internacionales, incluida la ONU, debería acompañar ese cambio.
En Bandung se halló un expediente para expresar un mundo ex colonial en ascenso. Hoy es indispensable forjar nuevos instrumentos institucionales para separarse de los que son regulados por quienes, si no son nuestros enemigos, tampoco son nuestros amigos, y para erigir barreras a su dinamismo, mientras generamos las fuerzas que nos son necesarias para seguir creciendo.
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