EL TRISTE OCASO DEL TIGRE
EL TRISTE OCASO DEL TIGRE
Por Abel Posse
Diario La Nación - 17 de agosto de 1998
(Fragmentos)
CUERVOS DE LA POLÍTICA
Las cotorras y cuervos de la política temen el retorno del Príncipe, del águila. Los mediocres se invisten de puntillosos, legalista, los fundadores del caos son formalistas: se encuentran que, si bien venció al mayor ejército del Imperio en América y liberó la Argentina, Chile y Perú, y transformó a la ciudad de los reyes en la Lima de la república independiente, «realizó estas operaciones sin la debida obediencia al Gobierno de Buenos Aires, pues actuó sin sus órdenes tanto en 1817 (Chile) como en 1820 (Perú)».
La Argentinita enana muestra sus uñas al tigre. Estanislao López desde Santa Fe, le advierte que le han preparado un consejo de guerra, no lo tiene por un libertador generoso y genial, sino por una especie de montonero, alzado en un uniforme de gala. Es el mundo de lo absurdo: otros equivocados le piden que por favor forme una dictadura.
Obviamente se agrava su enfermedad. En su chacra padece crisis que lo oponen al borde de la muerte, sin que se pueda definir la causa orgánica de su mal. («El infierno son los otros», escribirá Sartre. San Martín sentirá que su enfermedad son los otros). La Argentina enana (de ayer y hoy) envenena no solo sus grandezas sino también su renunciamiento a las grandezas. Es «El país mal pensado»: todos desconfían como si siguiesen enfrentados al desierto del desembarco.
Es la Argentina que expulsará hacia el exilio o la muerte a sus grandes. San Martín por unos ocho años en el país pagará 30 de exilio. Rosas será condenado a 30 años en la niebla (con ingleses). Sarmiento será «el loco Sarmiento», morirá en el Paraguay como huyendo de las burlas. Alberdi, sin conseguir ser reconocido por el poder (fue el mayor pensadorestadista) morirá «en París con aguacero», en el hospital de Neully, en la sala reservada a los clochards. Artigas pagará su grandeza con décadas en una atroz cárcel del Paraguay. Y Belgrano, y el caballero de Laprida, Facundo, Urquiza, Dorrego, Lavalle, todos ejecutados por partidas asesinas o fusilados [...] Es la némesis, el rito de venganza contra el príncipe que trajo el bien o la gracia, que prevalece en ciertas tribus primarias.
En nuestra republiqueta de gozadores, carnívoros, solo los mediocres, los atinados, mueren en la resplandeciente armonía de la clínica.
Diario La Nación - 17 de agosto de 1998
(Fragmentos)
CUERVOS DE LA POLÍTICA
Las cotorras y cuervos de la política temen el retorno del Príncipe, del águila. Los mediocres se invisten de puntillosos, legalista, los fundadores del caos son formalistas: se encuentran que, si bien venció al mayor ejército del Imperio en América y liberó la Argentina, Chile y Perú, y transformó a la ciudad de los reyes en la Lima de la república independiente, «realizó estas operaciones sin la debida obediencia al Gobierno de Buenos Aires, pues actuó sin sus órdenes tanto en 1817 (Chile) como en 1820 (Perú)».
La Argentinita enana muestra sus uñas al tigre. Estanislao López desde Santa Fe, le advierte que le han preparado un consejo de guerra, no lo tiene por un libertador generoso y genial, sino por una especie de montonero, alzado en un uniforme de gala. Es el mundo de lo absurdo: otros equivocados le piden que por favor forme una dictadura.
Obviamente se agrava su enfermedad. En su chacra padece crisis que lo oponen al borde de la muerte, sin que se pueda definir la causa orgánica de su mal. («El infierno son los otros», escribirá Sartre. San Martín sentirá que su enfermedad son los otros). La Argentina enana (de ayer y hoy) envenena no solo sus grandezas sino también su renunciamiento a las grandezas. Es «El país mal pensado»: todos desconfían como si siguiesen enfrentados al desierto del desembarco.
Es la Argentina que expulsará hacia el exilio o la muerte a sus grandes. San Martín por unos ocho años en el país pagará 30 de exilio. Rosas será condenado a 30 años en la niebla (con ingleses). Sarmiento será «el loco Sarmiento», morirá en el Paraguay como huyendo de las burlas. Alberdi, sin conseguir ser reconocido por el poder (fue el mayor pensadorestadista) morirá «en París con aguacero», en el hospital de Neully, en la sala reservada a los clochards. Artigas pagará su grandeza con décadas en una atroz cárcel del Paraguay. Y Belgrano, y el caballero de Laprida, Facundo, Urquiza, Dorrego, Lavalle, todos ejecutados por partidas asesinas o fusilados [...] Es la némesis, el rito de venganza contra el príncipe que trajo el bien o la gracia, que prevalece en ciertas tribus primarias.
En nuestra republiqueta de gozadores, carnívoros, solo los mediocres, los atinados, mueren en la resplandeciente armonía de la clínica.
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maria -