EL MILITARISMO NACIONALPOPULISTA
Prof. Pedro Godoy P.
Centro de Estudios Chilenos
En la década del 30, en nuestra América, se producen movimientos populistas originados en los cuarteles. Los oficiales que, durante decenios, habían sido la guardia pretoriana de las oligarquías gobernantes o, en su defecto, imponían un "gendarme necesario" para "restaurar el orden interno" comienzan a remar al revés. Un proceso sostenido había mutado la composición social del alumnado de las escuelas matrices de las FFAA. Disminuyen los cuadros provenientes de la clase alta y aumentan los de la mesocracia. Aquello de la familia aristocrática
cuya prole masculina se dividía entre un estanciero, un galeno, un jurista y un militar comienza a extinguirse. Los nuevos cadetes son provincianos y de la pequeña burguesía. El matrimonio podía catapultarlos a la clase alta, pero eso es cada vez menos frecuente.
Esa oficialidad mesocrática va asumiendo una postura contestataria. Los primeros síntomas son la crítica a la clase política que vulnera la autonomía de la institución castrense introduciendo un odioso clientelismo. Se ven a sí mismos remunerados de modo insuficiente y ya sin el respaldo de la familia opulenta.
Al aprobarse el Servicio Militar Obligatorio descubren a su pueblo en reclutas subnutridos, analfabetos, con enfermedades venéreas o TBC, privados de hábitos de aseo... Esa lección de sociología no aparecía en los textos de ciencia de la guerra importados de la vieja Europa. Aquello se vinculaba a suministros -pertrechos, vituallas, uniformes- juzgados insuficientes y hasta humillantes.
El descontento no florece en las cuadras, sino en los casinos. No hay, sin embargo, cauce extracaserna. Los PPCC sin distinguir matices los evalúan, en bloque, como "perros guardianes del capitalismo". La oficialidad observa ese marxismo como apátrida o al servicio de la URSS. Su ateismo también genera rechazo. Ha sido educada en el culto a virtudes como el orden, la disciplina y la religión. Promoverá la restauración del presidencialismo en oposición al régimen parlamentario (el anarquismo de los ricos) y ya a 20 años del derrumbe de Balmaceda hay abortados fermentos insurreccionales en las FFAA de Chile y, de modo particular, en el Ejército.
En el año 20 la seduce el caudillo populista Arturo Alessandri Palma quien "aleona" a la plebe contra "la vieja política ensalonada" y promueve leyes de protección del trabajador que, en la jerga de la época, se conocen como
"leyes sociales". El todopoderoso Poder Legislativo las ataja y, en su lugar, da extrema urgencia a otra disposición que asegura a cada senador o diputado de una suculenta renta denominada "dieta".
En ese momento el Presidente Alessandri acude a los cuarteles y pide el apoyo militar. El descontento castrense se torna entonces incontenible. La guarnición de Santiago primero dialoga, después delibera y por último conspira. Su
presión obliga a aprobar -sin discusión- aquel cuerpo legal en bloque. Un contragolpe de la vieja guardia pretoriana obliga a expatriarse al jefe del Estado. Regresará en gloria y majestad en 1925. Impone una nueva Carta que suprime el parlamentarismo. Aquella, en el plano jurídico, fue la revancha a Concón y Placilla. Entre a oficialidad ya se han destacado dos caudillos. Son los mayores Carlos Ibáñez y Marmaduque Grove. Ambos mesócratas y provincianos. Entre uno y otro se hace la política de una fase denominada la II anarquía que se extiende de 1924 a 1932. Es una época en que los uniformados poseen un alto protagonismo. Se registran varios cuartelazos y
dos regímenes tan novedosos como breves. El Chile Nuevo lo impulsa el ibañismo (1927 a 1931) con prácticas bonapartistas. El grovismo, poco después, implanta la República Socialista de Trabajadores de Chile. El
Ejército y la Fuerza Aérea de Chile suscriben un programa de tipo aprista y según proclaman "distante del capitalismo extranjero y del sovietismo internacional". Es el origen del viejo PS que hoy está infiltrado por la
CIA y la socialdemocracia europea. No obstante, en aquella época genera un socialismo criollo con irradiación conosureña. En lo interno origina una izquierda adversa al PC y simpatizante del peronismo. Converge
con el ibañismo en 1952 cuando el caudillo del Chile Nuevo retorna a La Moneda.
El fenómeno de un neomilitarismo libertador es una constante en Latinoamérica. Se institucionaliza en México cuando el PRI -entonces con otra etiqueta- establece como oficial la tesis de los cuatro estamentos. Uno es el castrense. Eso explica que de Obregón a Avila Camacho sean militares los omnímodos Presidentes del país de Octavio Paz.
En las Antillas el sargento Fulgencio Batista -con bandera nacional populista- ocupa el escenario. En el Ecuador el coronel Luis Larrea Alva esta en la misma trinchera. La guerra del Chaco incuba entre los oficiales paraguayos y bolivianos as mismas inquietudes. El coronel Rafael Franco instaura con un cuartelazo un régimen patriótico popular. De allí deriva el "febrerismo". A esa conflagración acuden como voluntarios oficiales y suboficiales grovistas. Estos socialistas uniformados adoctrinan a los oficiales bolivianos. Entre ellos Germán Busch Becerra. Vendrá como consecuencia el "corralito de Villamontes" y el fin de los civiles en el Poder. De regreso a casa se
origina el denominado "militarsocialismo" que -entre éxitos y fracasos- va de la Junta presidida por el héroe indicado a la revolución de 1952 pasando por el sacrificio de Gualberto Villarroel. Su influjo se prolonga hasta ayer con el binomio Ovando-Torrez. No obstante este viaje incompleto por la geografía de nuestra América el experimento de mayor envergadura y resonancia es el peronista. Son los coroneles trasandinos de la década del 40 que se hacen nacionalpopulistas. El militar provinciano y mesocrático alcanza en 1945 la Presidencia. Su II periodo
es interrumpido por una contrarrevolución. Su irradiación es suramericana. Relanza el ABC e intenta generar un polo de poder distinto al simbolizado por la Casa Blanca.
El peronismo -a juzgar por su actual gravitación- supera el personalismo en orden a generar una ideología. Nace así el justicialismo y la precursora tesis de la III posición adelantándose en no menos de dos decenios a Bandung y el movimiento de los no alineados que capitanean Nerhu, Tito, Sukarno y Nasser. El MERCOSUR es -con otra indumentaria- el ABC y la tesis del anillo energético Venezuela, Brasil y Argentina exhalan aroma del estadista rioplatense. Incluso Hugo Chávez en Venezuela y su revolución bolivariana al asociar en una misma empresa
libertadora y desarrollista a cuarteles y sindicatos emprende un camino equivalente al que Argentina comienza a transitar de 1945 en adelante. Una FFAA no deliberantes, enclaustradas en la caserna, sin voz ni voto o jibarizada como Guardia Nacional es la actual política del Pentágono.
Centro de Estudios Chilenos
En la década del 30, en nuestra América, se producen movimientos populistas originados en los cuarteles. Los oficiales que, durante decenios, habían sido la guardia pretoriana de las oligarquías gobernantes o, en su defecto, imponían un "gendarme necesario" para "restaurar el orden interno" comienzan a remar al revés. Un proceso sostenido había mutado la composición social del alumnado de las escuelas matrices de las FFAA. Disminuyen los cuadros provenientes de la clase alta y aumentan los de la mesocracia. Aquello de la familia aristocrática
cuya prole masculina se dividía entre un estanciero, un galeno, un jurista y un militar comienza a extinguirse. Los nuevos cadetes son provincianos y de la pequeña burguesía. El matrimonio podía catapultarlos a la clase alta, pero eso es cada vez menos frecuente.
Esa oficialidad mesocrática va asumiendo una postura contestataria. Los primeros síntomas son la crítica a la clase política que vulnera la autonomía de la institución castrense introduciendo un odioso clientelismo. Se ven a sí mismos remunerados de modo insuficiente y ya sin el respaldo de la familia opulenta.
Al aprobarse el Servicio Militar Obligatorio descubren a su pueblo en reclutas subnutridos, analfabetos, con enfermedades venéreas o TBC, privados de hábitos de aseo... Esa lección de sociología no aparecía en los textos de ciencia de la guerra importados de la vieja Europa. Aquello se vinculaba a suministros -pertrechos, vituallas, uniformes- juzgados insuficientes y hasta humillantes.
El descontento no florece en las cuadras, sino en los casinos. No hay, sin embargo, cauce extracaserna. Los PPCC sin distinguir matices los evalúan, en bloque, como "perros guardianes del capitalismo". La oficialidad observa ese marxismo como apátrida o al servicio de la URSS. Su ateismo también genera rechazo. Ha sido educada en el culto a virtudes como el orden, la disciplina y la religión. Promoverá la restauración del presidencialismo en oposición al régimen parlamentario (el anarquismo de los ricos) y ya a 20 años del derrumbe de Balmaceda hay abortados fermentos insurreccionales en las FFAA de Chile y, de modo particular, en el Ejército.
En el año 20 la seduce el caudillo populista Arturo Alessandri Palma quien "aleona" a la plebe contra "la vieja política ensalonada" y promueve leyes de protección del trabajador que, en la jerga de la época, se conocen como
"leyes sociales". El todopoderoso Poder Legislativo las ataja y, en su lugar, da extrema urgencia a otra disposición que asegura a cada senador o diputado de una suculenta renta denominada "dieta".
En ese momento el Presidente Alessandri acude a los cuarteles y pide el apoyo militar. El descontento castrense se torna entonces incontenible. La guarnición de Santiago primero dialoga, después delibera y por último conspira. Su
presión obliga a aprobar -sin discusión- aquel cuerpo legal en bloque. Un contragolpe de la vieja guardia pretoriana obliga a expatriarse al jefe del Estado. Regresará en gloria y majestad en 1925. Impone una nueva Carta que suprime el parlamentarismo. Aquella, en el plano jurídico, fue la revancha a Concón y Placilla. Entre a oficialidad ya se han destacado dos caudillos. Son los mayores Carlos Ibáñez y Marmaduque Grove. Ambos mesócratas y provincianos. Entre uno y otro se hace la política de una fase denominada la II anarquía que se extiende de 1924 a 1932. Es una época en que los uniformados poseen un alto protagonismo. Se registran varios cuartelazos y
dos regímenes tan novedosos como breves. El Chile Nuevo lo impulsa el ibañismo (1927 a 1931) con prácticas bonapartistas. El grovismo, poco después, implanta la República Socialista de Trabajadores de Chile. El
Ejército y la Fuerza Aérea de Chile suscriben un programa de tipo aprista y según proclaman "distante del capitalismo extranjero y del sovietismo internacional". Es el origen del viejo PS que hoy está infiltrado por la
CIA y la socialdemocracia europea. No obstante, en aquella época genera un socialismo criollo con irradiación conosureña. En lo interno origina una izquierda adversa al PC y simpatizante del peronismo. Converge
con el ibañismo en 1952 cuando el caudillo del Chile Nuevo retorna a La Moneda.
El fenómeno de un neomilitarismo libertador es una constante en Latinoamérica. Se institucionaliza en México cuando el PRI -entonces con otra etiqueta- establece como oficial la tesis de los cuatro estamentos. Uno es el castrense. Eso explica que de Obregón a Avila Camacho sean militares los omnímodos Presidentes del país de Octavio Paz.
En las Antillas el sargento Fulgencio Batista -con bandera nacional populista- ocupa el escenario. En el Ecuador el coronel Luis Larrea Alva esta en la misma trinchera. La guerra del Chaco incuba entre los oficiales paraguayos y bolivianos as mismas inquietudes. El coronel Rafael Franco instaura con un cuartelazo un régimen patriótico popular. De allí deriva el "febrerismo". A esa conflagración acuden como voluntarios oficiales y suboficiales grovistas. Estos socialistas uniformados adoctrinan a los oficiales bolivianos. Entre ellos Germán Busch Becerra. Vendrá como consecuencia el "corralito de Villamontes" y el fin de los civiles en el Poder. De regreso a casa se
origina el denominado "militarsocialismo" que -entre éxitos y fracasos- va de la Junta presidida por el héroe indicado a la revolución de 1952 pasando por el sacrificio de Gualberto Villarroel. Su influjo se prolonga hasta ayer con el binomio Ovando-Torrez. No obstante este viaje incompleto por la geografía de nuestra América el experimento de mayor envergadura y resonancia es el peronista. Son los coroneles trasandinos de la década del 40 que se hacen nacionalpopulistas. El militar provinciano y mesocrático alcanza en 1945 la Presidencia. Su II periodo
es interrumpido por una contrarrevolución. Su irradiación es suramericana. Relanza el ABC e intenta generar un polo de poder distinto al simbolizado por la Casa Blanca.
El peronismo -a juzgar por su actual gravitación- supera el personalismo en orden a generar una ideología. Nace así el justicialismo y la precursora tesis de la III posición adelantándose en no menos de dos decenios a Bandung y el movimiento de los no alineados que capitanean Nerhu, Tito, Sukarno y Nasser. El MERCOSUR es -con otra indumentaria- el ABC y la tesis del anillo energético Venezuela, Brasil y Argentina exhalan aroma del estadista rioplatense. Incluso Hugo Chávez en Venezuela y su revolución bolivariana al asociar en una misma empresa
libertadora y desarrollista a cuarteles y sindicatos emprende un camino equivalente al que Argentina comienza a transitar de 1945 en adelante. Una FFAA no deliberantes, enclaustradas en la caserna, sin voz ni voto o jibarizada como Guardia Nacional es la actual política del Pentágono.
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