ENTREVISTA A ALBERTO METHOL FERRÉ
"No es tiempo de un papa latinoamericano"
Por Carmen María Ramos - Para La Nación
Miércoles 6 de abril de 2005
El teólogo uruguayo Alberto Methol Ferré cree que el mundo y la Iglesia atraviesan un momento de gran complejidad. Methol Ferré se formó con algunos de los más importantes teólogos del Concilio Vaticano II: Yves Congar, Henri de Lubac, Romano Guardini, Hans Urs Balthasar. Sin embargo, ese catedrático de la Universidad de Montevideo, profesor de Historia de América latina, de Historia Contemporánea y de Historia de la Iglesia, se define como un hijo de la Ilustración. Tuvo una educación afrancesada y sus vocación cristiana, su conversión y su primera comunión sólo llegaron en una tardía adolescencia.
Entre los hitos más importantes de su trayectoria está el haber sido miembro del equipo de reflexión teológico-pastoral del Celam (Consejo Episcopal Latinoamericano) desde 1975 y durante casi veinte años. Fue consultor y participó como experto designado por el Vaticano en la Conferencia Episcopal de Puebla (1979) y su influencia pudo percibirse en varios de los documentos redactados por los obispos.
Sobre los temas de su especialidad ha dictado cursos y conferencias y colaboró en distintas publicaciones. Dirigió la revista latinoamericana Nexo y ha publicado, entre otras obras, "Las corrientes religiosas en el Uruguay", "El resurgimiento católico latinoamericano" y "La Iglesia en la historia de América latina. De la posguerra a nuestros días", así como numerosos estudios en obras colectivas.
"Soy un uruguayo, es decir, un argentino oriental; ustedes son argentinos occidentales", dice Methol Ferré, casado y padre de tres hijos de 11, 14 y 18 años. Esta definición sintetiza perfectamente su sentir sobre lo que deberían ser estos países y sobre su pensamiento, siempre proclive al afianzamiento de una identidad latinoamericana.
En materia religiosa prefiere que no lo encasillen. "He sido un Vito Dumas, un navegante solitario dentro de la Iglesia. Tengo amigos en Comunión y Liberación, en Schoenstatt, en el Opus Dei. Pero no pertenezco a ningún grupo." Respecto de este último -en una de cuyas universidades es profesor- subraya que tiene buena opinión. "Pienso que uno de los aportes esenciales de monseñor Escrivá de Balaguer fue afirmar la santificación por el trabajo", dice.
-Pero daría la impresión de que el Opus no arraiga en las capas más desfavorecidas de la sociedad...
-Lo reconozco. Pero más bien diría que lo que intenta es estimular una mentalidad empresarial, y esa mentalidad no solamente puede arraigar en la clase dominante.
-Se habla de la posibilidad de que el sucesor de Juan Pablo II sea un latinoamericano. ¿Lo cree posible?
-Diría, en principio, que aún no me parece que sea el tiempo para que esto ocurra. Sencillamente, porque desde la última conferencia del episcopado latinoamericano, en Santo Domingo, en 1992, no se ha dado una relatinoamericanización profunda de la Iglesia de nuestro continente. La Conferencia de Medellín (1968) y la de Puebla (1979) -esta última, a poco de iniciarse el pontificado de Juan Pablo II- se hicieron en tiempos de una intensa fermentación espiritual de América latina. La de Santo Domingo, en cambio, se produjo apenas dos años después del derrumbe del comunismo, que significó el fin del mundo bipolar y un cambio drástico en el escenario mundial. En Santo Domingo, los obispos no tuvieron ni los elementos ni una idea nítida de cómo se iba a rehacer ese escenario mundial, porque les cambiaron abruptamente las circunstancias. De modo que, a mi entender, Santo Domingo fue un acto superfluo, porque no tuvo las condiciones necesarias para pensar un mundo en un momento en que en el planeta se había levantado una verdadera polvareda. Esto eclipsó al Consejo Episcopal Latinoamericano
(Celam) como presencia real en las iglesias de toda América latina.
-¿Se podría decir que el Celam quedó mudo desde Puebla, que la Iglesia latinoamericana ya no ha hecho oír del mismo modo su voz?
-Exacto. Desde entonces, cada Iglesia está en su país: la Iglesia argentina volvió a ser argentina, la brasileña, brasileña. Se "deslatinoamericanizaron" y ahora hay que "relatinoamericanizarlas". Esa es la gran meta para 2007, año de la próxima conferencia. Por eso yo creo que solamente podrá haber un papa latinoamericano si las iglesias de América latina tienen una interacción profunda, porque si no tendríamos un papa argentino, o chileno, o brasileño: una cuestión de aldeíta.
-Se dice que el futuro cónclave de cardenales será el más abierto y complejo que haya registrado la historia y que no entrarán en juego prejuicios de raza o nacionalidad. ¿Coincide?
-A mí me parece que lo más conveniente sería un papado de transición. Y un papa de transición sería, todavía, europeo.
-¿Por qué?
-Porque la Iglesia está saliendo de Europa, pero éste es un proceso reciente, que aún necesita maduración. Europa fue el centro del mundo hasta hace 50 años. A partir de la descolonización surge todo un mundo de iglesias nuevas, en la India, en Asia, pero son procesos muy incipientes. La Iglesia más madura, aparentemente, sería la latinoamericana, porque es la más antigua entre las no europeas. Tiene cinco siglos, contra un siglo de las de Africa. Por eso no me parece que las iglesias de la periferia europea estén en condiciones de una conducción mundial, todavía. Dentro de pocos años seguramente sí, porque la intensidad de la globalización y de la coparticipación interna de la Iglesia es cada vez más fuerte.
-Tampoco habría que esperar, siguiendo su lógica, que se eligiera a un papa africano?
-Me parece muy difícil. Las iglesias más antiguas estuvieron en Egipto y en Africa del Norte, pero eso desapareció. No es que yo esté en contra de un papa negro. Estoy diciendo que se trata de una Iglesia nueva, que todavía no arraigó en su propia cultura, por lo que difícilmente sea fuente y no mero reflejo de lo que piensan las iglesias europeas. Hace falta que maduren más y que asimilen las experiencias de evolución real de sus iglesias y no de lo que piensa o propone un tipo que está en Roma. El punto no es que el candidato sea de raza negra o amarilla, sino que las conferencias episcopales de cada una de esas regiones del mundo tienen que madurar. No olvidemos que las iglesias de Africa se hicieron musulmanas. En Túnez estaba nada menos que la iglesia que alumbró a San Agustín, pero hoy no queda nada ni comparable a lo que fueron los inicios de la cristiandad en el Mediterráneo. Se trata de una cuestión de maduración y, en ese sentido, sí diría que la que parecería estar más lista es la Iglesia latinoamericana.
-Su papa de transición europeo, ¿tiene nombre y apellido?
-Yo soy un gran partidario de Joseph Ratzinger. Pienso que es el hombre más indicado para ser papa en estos momentos.
-¿Por qué?
-Porque es una de las últimas grandes expresiones de una generación intelectual que tiene un esplendor intelectual equiparable a los siglos XII y XIII de la Edad Media, equiparable también a la mejor época de la
patrística griega y latina, que es cuando comienza la evangelización. Ratzinger es uno de los últimos hombres de la Iglesia actual que representan eso. Además ha sido, en mi opinión, la persona de mayor confianza intelectual y espiritual de Juan Pablo II, con un papel muy definido: estar en el centro de la escena para ver las evoluciones intelectuales y espirituales en el mundo.
-¿Le dan los años?
-Es mayor: ha de tener 77 años. Pero yo hablo de un papa de transición. Primero, porque es uno de los hombres que más comprenden la situación mundial actual. Pero además, porque es un alemán. Eso me importa mucho, en la medida en que el origen del árbol de la Reforma se llamó Lutero. La relación del ecumenismo de la Iglesia Católica con los luteranos va muy bien. Pienso que para el pueblo y la Iglesia alemanas y para la Unión Europea es indispensable un papa católico alemán, que cerraría el ciclo de la gran herida de la Reforma en el corazón de Europa. Creo que Ratzinger es el hombre para una presencia espiritual que subsane las raíces de las culturas básicas de la modernidad.
-Lo cierto es que no se lo menciona entre los papables, aunque también se afirma que "quien entra papa al cónclave, sale cardenal"?
-Yo expreso mi opinión dentro de lo que conozco, que es limitado. No estoy interiorizado de todos los nombres importantes de la Iglesia mundial, entre otras cosas porque hoy hay menos información que hace 10 o 15 años.
-¿En qué sentido?
-En tiempos de la bipolaridad mundial, la Iglesia estaba en una gran tensión, pero al aflojarse la bipolaridad no ha logrado reponer una nueva lógica misional adecuada a un escenario político. La Iglesia está sintiendo el amorfismo de la transición de épocas. Durante medio siglo, hasta la caída de la URSS, el enemigo principal era el ateísmo mesiánico, materialista, que se había difundido por el mundo en apenas un siglo y medio, con una velocidad extraordinaria, sólo comparable a la del islam. Ahora no hay nada de eso. Resulta mucho más complejo discriminar quién es el enemigo y darles una jerarquía a los peligros. Eso genera un gran estancamiento en la dinámica misional de la Iglesia.
-Se ha dicho que el futuro papa no tendrá que luchar contra estructuras políticas o ideológicas demasiado visibles, pero sí tendrá que confrontar con transformaciones culturales cada vez más desafiantes. ¿Coincide?
-Yo creo que éste es un instante de gran perplejidad, de acumulación de problemas. Cuando se juntan los cristianos para ver los problemas del mundo no logran articular una visión de la coyuntura en su conjunto.
-¿Usted cree que hay temas que inevitablemente habrá que encarar?
-Sí; la sociedad contemporánea hace inevitable una reflexión muy profunda sobre temas hasta ahora no abordados, probablemente porque en el repertorio de los desafíos de la Iglesia eran nuevos y de segundo orden. Pero hoy resultan mucho más ostensibles. Hace apenas diez años el asunto de la unión de homosexuales no se planteaba, o si se planteaba era en algún núcleo ínfimo, pero no era una ola, como lo es hoy. Para mí, resulta obvio que la unión civil de los homosexuales no es un matrimonio, porque el matrimonio implica la reproducción, pero eso no significa que la Iglesia, ante situaciones especiales, pueda llegar a aceptar la unión civil de estas personas. Entonces aunque no se le ponga el mismo rango que el matrimonio, ya que está justamente en las antípodas de lo que significa el matrimonio, de algún modo ese mal puede encerrar un bien. Estas son cosas que se tienen que empezar a discutir en la Iglesia con un análisis que no sea juridicista y abstracto. La sociedad no tiene por qué legislar como si todos sus miembros fueran religiosos y católicos.
-Proyectos como la educación sexual en las escuelas, la despenalización del aborto, el uso de profilácticos para prevenir el sida y otras cuestiones prometen encrespar más las aguas entre la Iglesia y los gobiernos civiles de la región. ¿Cómo prevé que evolucionará la relación en estos aspectos?
-Yo soy partidario, en general, de que haya educación sexual a las edades que corresponda. Me parece obvio. Ahora, por supuesto, esa educación puede ser de múltiples contenidos y múltiples significados. Yo soy partidario de que se enseñen bien los aspectos físicos, psíquicos, espirituales, porque si no, ponemos a los chiquilines a ver cine ##### y listo, ¿no le parece? En cuanto a otros temas, como el uso del preservativo, la Iglesia se recuesta en la intimidad del confesionario. La diferencia entre Calvino y la Iglesia Católica es que para Calvino todo pecado era mortal. La Iglesia distinguió siempre entre pecado mortal y venial. Para mí, el preservativo es un asunto venial, pero necesario, porque si no el matrimonio se expone a tener veinte hijos, y eso es imposible. Lógicamente, la Iglesia no puede decir urbi et orbi "Usen preservativo", pero lo contempla, caso por caso.
-Pero la Iglesia no dice que eso queda librado al confesionario...
-Yo digo que ésa es, un poco, la realidad.
-¿No es un doble discurso?
-No; es aconsejar ante cada caso concreto. Es no herir la esencia del asunto desde el principio, es tratar de que las heridas sean menores. La Iglesia no lo recomienda, pero es consciente de que una buena educación sexual evitaría muchos abortos y es mejor usar un preservativo que exponerse a un aborto. ¡Por Dios! El aborto es una cosa muy grave. Para la Iglesia, desde que un óvulo es fecundado hay un ser humano, y punto. Ahí sí que no hay matiz posible. Por eso yo digo que era mucho más fácil ser monje en el siglo XI. Hoy vivimos en un mundo erotizado y en una cultura que no tiene parangón en la historia mundial, que plantea todos estos problemas.
-Y usted, ¿qué piensa?
-Pienso que el enemigo principal es lo que yo llamo el ateísmo libertino, que está en el corazón de la sociedad opulenta euronorteamericana y que consiste en la gratificación de todos los deseos. La gente tiene como valor fundamental la satisfacción de sus deseos. Esa es la propaganda que irradia el capitalismo y que está ligada a las nuevas formas de comunicación y, por supuesto, al deseo fundamental, que es Eros. El ateísmo mesiánico se transformó en una rueda de placer del poder y de poder del placer. Esa es la rueda que empieza a hacer girar la sociedad de consumo del mundo capitalista actual, como no había ocurrido nunca antes. El capitalismo nos ofrece millones de cosas buenas, pero -sobre todo en los países pobres- también se multiplican los problemas de los paraísos artificiales, como la corrupción, la droga, la pedofilia. Un mundo donde todo es posible.
-¿Cómo se revierte?
-Ese es, a mi entender, el problema pastoral fundamental. Es muy difícil identificar al enemigo, porque el ateísmo mesiánico tenía estados, partidos, instituciones multitudinarias. Acá, en cambio, no hay una cara visible ni un aparato social expreso. Todo es amorfo, individual y no identificable fácilmente, pero hay una incitación perpetua. Por eso hay que intentar comprender sus orígenes, su lógica, su forma de expansión. Solamente si se tiene una visión totalizadora, mundial, de esa lógica es posible un enfrentamiento real. Zbigniew Brzezinski, a mi entender uno de los pensadores contemporáneos más brillantes, ha llamado al corazón de la sociedad opulenta "la cornucopia permisiva". Cornucopia es el cuerno con que Zeus se alimentaba de todos los deseos posibles. Bueno, Brzezinski cree que en el apogeo del poder de Occidente están todos los síntomas de su
decadencia, y eso se propaga en las zonas no centrales, por la hegemonía de los medios de comunicación. Ellos nos comunican a los que no estamos a su altura de opulencia la cornucopia permisiva que no estamos en condiciones de sostener.
2 comentarios
Daniel Iglesias -
Daniel Parcero -