UN AJEDREZ COMPLICADO
Por Enrique Lacolla
Mayo de 2005
A 60 años de terminada la Segunda Guerra Mundial en Europa, la única potencia que salió realmente gananciosa del conflicto, Estados Unidos, se encuentra ejerciendo una supremacía global que obtuvo 40 años después de finalizada aquella lucha, con la caída del bloque soviético. Y debe decirse que lo hace con una resolución que muchos nos atreveríamos a calificar de temeraria, pero que, de todas maneras, sacude al mundo y no da visos de frenarse en un futuro próximo.
Ahora bien, todo este ímpetu está articulado, más allá de su arrogancia, con una inteligencia política que especula con quizá demasiados imponderables a la vez.
En Medio Oriente, la Unión está practicando un complicado ajedrez que pasa
por la semificción de la democracia iraquí; por la relación amenazadora y llena de suspenso que Washington establece con el gobierno de Irán, y por el manejo de diversas opciones para derrocar al régimen sirio. Éste es otra de las bestias negras de Washington, en la medida que, más allá de sus innegables restricciones a la democracia, resulta intolerable por su irreductibilidad a los designios estadounidenses e israelíes.
En Irak, bajo el paraguas militar de la ocupación, los iraquíes han elegido un gobierno que no representa a una sustantiva cantidad de los habitantes del país, los agrupados en torno del sunnismo; pero que da presencia política a la reducida minoría kurda y, sobre todo, a la mayoría chiíta. No obstante, ésta, en su totalidad, se opone a la presencia norteamericana en su territorio, aunque en general no recurra -todavía- a las armas para repelerla.
De cualquier modo, los chiítas son indispensables al proyecto estadounidense de poner de pie a un Estado que sirva para tener a raya a la resistencia. Apelando incluso a una guerra civil entre chiítas y sunnitas. Claro que para que esta ecuación funcione, hay que tener en cuenta a Irán, patrocinador de los chiítas iraquíes y resuelto buscador de un poderío nuclear que le consienta sentirse hasta cierto punto seguro frente a la extorsión militar de sus enemigos.
¿Cómo hacer para destruir o contener al régimen iraní y, al mismo tiempo, asegurarse su cooperación en Irak?
Remover esta contradicción va a ser muy difícil para Washington, de modo que es probable que el dinamismo estadounidense elija en una primera instancia a Siria como próximo blanco, en vez de Irán.
En efecto, la rapidez de reflejos del presidente sirio, Bashir al Assad, le permitió escapar de la delicada situación en que lo había puesto el asesinato del ex premier Rafik Hariri en el Líbano, pero esto no significa que las presiones en su contra vayan a desaparecer.
Siria, Irak e Irán no son, sin embargo, los únicos problemas que enfrenta el hegemonismo norteamericano en Medio Oriente: sin hablar del problema palestino-israelí, la desestabilización estructural de Egipto y Arabia Saudita frente a la presión fundamentalista constituye un desafío mayúsculo y de impronosticable proyección.
Otros frentes
Las complicaciones no terminan en Medio Oriente. A nivel global, el crecimiento chino representa tanto una promesa como un riesgo: si hasta aquí se ha dado en una suerte de calma tecnocrática y brinda espectaculares posibilidades de ganancias para la inversión extranjera, la magnitud del crecimiento y las divisiones sociales que está impulsando pueden desestabilizar a la potencia más poblada del globo, dando lugar a tensiones difíciles de pronosticar.
En América latina, por fin, por primera vez desde la independencia, se están dando muestras bastante coherentes de querer configurarse como una región suficiente a sí misma. Falta mucho para ello, por supuesto, pero el fracaso norteamericano en imponer a su candidato en la Organización de Estados Americanos (OEA) y la cada vez mayor renuencia de los principales países del sur del hemisferio a plegarse a las razones del -gran hermano del Norte- para aislar a los gobiernos que no son gratos a éste (para el caso, los de Cuba y Venezuela) indican que la conciencia solidaria, siempre presente en las profundidades del pueblo, pugna ya con la suficiente fuerza como para
expresarse en las superestructuras políticas.
Por si esto fuera poco, en México fracasó la movida del presidente Vicente Fox para cerrarle el camino al alcalde del Distrito Federal, Andrés Manuel López Obrador, hacia la jefatura del Ejecutivo.
López Obrador es un crítico del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos
y Canadá. Y fue la presencia popular en la calle la que obturó la maniobra dirigida a lograr su desafuero. Nada es simple en el ajedrez del poder.
Mayo de 2005
A 60 años de terminada la Segunda Guerra Mundial en Europa, la única potencia que salió realmente gananciosa del conflicto, Estados Unidos, se encuentra ejerciendo una supremacía global que obtuvo 40 años después de finalizada aquella lucha, con la caída del bloque soviético. Y debe decirse que lo hace con una resolución que muchos nos atreveríamos a calificar de temeraria, pero que, de todas maneras, sacude al mundo y no da visos de frenarse en un futuro próximo.
Ahora bien, todo este ímpetu está articulado, más allá de su arrogancia, con una inteligencia política que especula con quizá demasiados imponderables a la vez.
En Medio Oriente, la Unión está practicando un complicado ajedrez que pasa
por la semificción de la democracia iraquí; por la relación amenazadora y llena de suspenso que Washington establece con el gobierno de Irán, y por el manejo de diversas opciones para derrocar al régimen sirio. Éste es otra de las bestias negras de Washington, en la medida que, más allá de sus innegables restricciones a la democracia, resulta intolerable por su irreductibilidad a los designios estadounidenses e israelíes.
En Irak, bajo el paraguas militar de la ocupación, los iraquíes han elegido un gobierno que no representa a una sustantiva cantidad de los habitantes del país, los agrupados en torno del sunnismo; pero que da presencia política a la reducida minoría kurda y, sobre todo, a la mayoría chiíta. No obstante, ésta, en su totalidad, se opone a la presencia norteamericana en su territorio, aunque en general no recurra -todavía- a las armas para repelerla.
De cualquier modo, los chiítas son indispensables al proyecto estadounidense de poner de pie a un Estado que sirva para tener a raya a la resistencia. Apelando incluso a una guerra civil entre chiítas y sunnitas. Claro que para que esta ecuación funcione, hay que tener en cuenta a Irán, patrocinador de los chiítas iraquíes y resuelto buscador de un poderío nuclear que le consienta sentirse hasta cierto punto seguro frente a la extorsión militar de sus enemigos.
¿Cómo hacer para destruir o contener al régimen iraní y, al mismo tiempo, asegurarse su cooperación en Irak?
Remover esta contradicción va a ser muy difícil para Washington, de modo que es probable que el dinamismo estadounidense elija en una primera instancia a Siria como próximo blanco, en vez de Irán.
En efecto, la rapidez de reflejos del presidente sirio, Bashir al Assad, le permitió escapar de la delicada situación en que lo había puesto el asesinato del ex premier Rafik Hariri en el Líbano, pero esto no significa que las presiones en su contra vayan a desaparecer.
Siria, Irak e Irán no son, sin embargo, los únicos problemas que enfrenta el hegemonismo norteamericano en Medio Oriente: sin hablar del problema palestino-israelí, la desestabilización estructural de Egipto y Arabia Saudita frente a la presión fundamentalista constituye un desafío mayúsculo y de impronosticable proyección.
Otros frentes
Las complicaciones no terminan en Medio Oriente. A nivel global, el crecimiento chino representa tanto una promesa como un riesgo: si hasta aquí se ha dado en una suerte de calma tecnocrática y brinda espectaculares posibilidades de ganancias para la inversión extranjera, la magnitud del crecimiento y las divisiones sociales que está impulsando pueden desestabilizar a la potencia más poblada del globo, dando lugar a tensiones difíciles de pronosticar.
En América latina, por fin, por primera vez desde la independencia, se están dando muestras bastante coherentes de querer configurarse como una región suficiente a sí misma. Falta mucho para ello, por supuesto, pero el fracaso norteamericano en imponer a su candidato en la Organización de Estados Americanos (OEA) y la cada vez mayor renuencia de los principales países del sur del hemisferio a plegarse a las razones del -gran hermano del Norte- para aislar a los gobiernos que no son gratos a éste (para el caso, los de Cuba y Venezuela) indican que la conciencia solidaria, siempre presente en las profundidades del pueblo, pugna ya con la suficiente fuerza como para
expresarse en las superestructuras políticas.
Por si esto fuera poco, en México fracasó la movida del presidente Vicente Fox para cerrarle el camino al alcalde del Distrito Federal, Andrés Manuel López Obrador, hacia la jefatura del Ejecutivo.
López Obrador es un crítico del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos
y Canadá. Y fue la presencia popular en la calle la que obturó la maniobra dirigida a lograr su desafuero. Nada es simple en el ajedrez del poder.
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