EL SUBSUELO DE LA CUMBRE
Por Enrique Lacolla
La Voz del Interior – Córdoba
Domingo 6 de noviembre de 2005-11-06
Una ciudad blindada, una Cumbre Interamericana contrastada por una Cumbre de los Pueblos que se proyectó como su contrafigura; la dificultosa redacción de un texto final que no terminó de cuajar y que no pudo disimular la división entre los estados firmantes respecto del tema capital del libre comercio para las Américas; la puesta en valor de alianzas explícitas o implícitas entre los participantes de la reunión y la pésima opinión que la mayor parte de los habitantes del país que hospedó el encuentro no se recató de manifestar respecto del presidente de Estados Unidos, pusieron a la asamblea interamericana de Mar del Plata bajo una luz muy diferente de la que bañó este tipo de encuentros en épocas pasadas.
Los tiempos han cambiado desde los consensos mecánicos que distinguieran a casi todas las reuniones de esta naturaleza. En las cuales, cuando mucho, había un país anatematizado por Estados Unidos y una coincidencia con ese punto de vista otorgada más o menos a regañadientes por los restantes miembros de la comunidad americana.
Todo esto es interesante y estimulante. Pone de relieve un hecho básico: que América latina empieza a adquirir un perfil propio y que su sujeción al imperio o a los imperialismos ya no es percibida como una fatalidad sino como un hecho al que hay que modificar.
PROTAGONISMOS
Esta percepción, sin embargo, debe ser articulada a través de hechos concretos, y los hechos concretos son el resultado del accionar de personas concretas y de fuerzas políticas y sociales específicas. La intolerancia al estado de cosas está cada vez más difundida entre la gente, pero, ¿cuál es el grado de percepción que de esta situación existe entre los núcleos dirigentes de América latina y, sobre todo, cuánta es su voluntad de ponerse al servicio de la tendencia unitaria que está emergiendo?
Diríase que muy irregular. En primera línea está el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, que concentra muchos de los rasgos del caudillo populista latinoamericano. Populista, desde nuestra óptica, no es una denominación peyorativa sino un dato que ilustra una realidad, la de la personalidad que llena, con carácter vicario, el rol que la burguesía y sus ramificaciones políticas deberían cumplir como factores aglutinantes de la nación.
La incapacidad o la cobardía histórica de ese estamento social en América latina ha sido proverbial y es lo que ha impulsado el surgimiento de este tipo de alternativa personalista; alternativa que arrastra, como es comprensible, tanto las virtudes como los defectos de quien la encarna.
Chávez tiene más de las primeras que de los segundos. Entre ellas se cuenta la de entender la imposibilidad de enfrentar, en solitario, a los factores que condicionan nuestra dependencia. De ahí su énfasis tan fuerte en la necesidad de proceder de forma mancomunada y su esfuerzo por sumarse al Mercosur.
Los otros dos mandatarios latinoamericanos que encarnan una opción por la soberanía, con matices más opacos pero desde bases nacionales de mayor peso, son el brasileño Luiz Inácio “Lula” da Silva y nuestro Néstor Kirchner. Ambos han arropado al mandatario venezolano en algunos de los momentos más difíciles de su gestión y no parece que vayan a cejar ahora.
Pero para que su orientación correcta en el plano de la política exterior tenga resultados reales, es necesario que acometan reformas en su propia casa. Son demasiados los ítems con los que están en deuda y que podrían resolver sin apelar a expedientes drásticos. En la Argentina, por ejemplo, falta resolver la materia pendiente de una reforma fiscal progresiva que ayudaría a propulsar el despegue en asuntos como la vivienda, el transporte, una red troncal de autopistas, la salud, la educación y el fomento de la industria automotriz y de las Pymes. Cosas que están al alcance de la mano, a poco que se ponga un poco de voluntad, de rigor en la implementación de las políticas de crédito y de transparencia en lo que se actúe.
La compulsa de Clarín sobre el grado de identificación que el público sentía respecto de los mandatarios visitantes arrojó un claro ganador: Chávez. ¿No dice algo este dato?
Algo se mueve en las profundidades del continente. No es nada catastrófico, a menos que sea violentamente contrariado. Tan sólo indica un deseo de cambio que expresa una voluntad de ser. Iberoamérica, como proyecto unitario, pasa por la afirmación de sus pueblos y ésta sólo puede provenir de su liberación de la dependencia y de la implantación de la justicia social en su seno.
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