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MIRANDO AL SUR - augusto alvarado


“FALTA UN PROYECTO REVOLUCIONARIO"

<hr><h1><u>“FALTA UN PROYECTO REVOLUCIONARIO"</h1></u>

Enrique Lacolla

Foto: La Voz del Interior

El periodista Enrique Lacolla se convirtió en el ganador de la segunda edición del Premio provincial

Consagración Letras de Córdoba 2005, que la Agencia Córdoba Cultura entrega cada dos años

en reconocimiento a quienes por su trayectoria se han distinguido “en el mundo de la ideas genuinas”.


Por Emanuel Rodríguez l Especial.
La Voz del Interior – Córdoba – 7 de Diciembre de 2005

En esta ocasión, el homenaje estuvo dedicado al género ensayo, y la elección del autor premiado la realizó un jurado integrado por Roberto Ferrero, Domingo Ighina, Norma Morandini, Diego Tatián y Daniel Teobaldi, quienes designaron, por tres votos contra dos, al ensayista Enrique Lacolla, columnista de La Voz del Interior. El docente y filósofo Gaspar Pío del Corro quedó en segundo lugar.

Lacolla recibirá 10 mil pesos y la Agencia Córdoba Cultura editará una antología de sus escritos, tal como hiciera con Alejandro Nicotra, Premio Consagración 2003.

En diálogo con La Voz del Interior, el periodista y ensayista se mostró sorprendido y halagado por la distinción, y dijo que su carrera (si bien sigue escribiendo casi a diario, se jubiló recientemente y en los últimos dos años publicó dos libros) está pasando, quizá, “por los fuegos del otoño”.

–¿Qué significa este premio para usted?

–Ante todo una sorpresa. Una magnífica sorpresa. No me lo esperaba para nada. No digo que no sintiera que eventualmente podría recibir alguna vez una distinción de este tipo, sino que me parecía improbable y desde luego estaba completamente fuera de mis expectativas actuales. Por supuesto, es un motivo de gran satisfacción y orgullo. Y de agradecimiento, pues supone que lo que uno escribe encuentra un eco tanto entre el público como ante un tribunal nominado específicamente para evaluarlo.

Un otoño agitado

El cine en su época: aportes para una historia política del filme, el anteúltimo libro de Enrique Lacolla, marcó en 2002 el inicio de una tendencia en el mercado editorial cordobés: a partir de la buena repercusión que tuvo, los sellos locales comenzaron a interesarse en la publicación de libros de cine, una categoría que estaba notablemente postergada. Y este año, su firma volvió a estar entre los libros más importantes del año, con El siglo violento: una lectura latinoamericana de nuestro tiempo.

–¿Cómo calificaría este momento de su carrera?

–¿El de los fuegos del otoño, quizá? Desde que me jubilé he podido escribir dos libros que no me animaría a calificar mayores, pero sí como unitarios, provistos de un propósito que hasta cierto punto cierra su parábola narrativa o discursiva dentro de las páginas de la obra. Esto es imposible en el ejercicio cotidiano de la profesión periodística, obligada por el espacio y urgida por el tiempo. Y afortunadamente puedo seguir ejerciendo el periodismo, desde una posición marginal, pero que todavía comporta mucho de la carga de adrenalina que hay en el oficio y que puede llegar a extrañarse.

–¿Cuáles fueron los principales desafíos que le planteó el periodismo?

–Decir rápido, decir bien y decir justo. Y a estas características que podríamos llamar técnicas, hay que añadir otra, fundamental: decir la verdad, en la medida de lo posible. Pues todos sabemos que no siempre es posible hacerlo plenamente, por el imperio de las circunstancias contingentes; pero siempre es factible no mentir. Personalmente, no siempre pude decir todo lo que quería, pero jamás dije lo que no quería decir.

Naufragio utópico

Para el jurado, según afirmó Roberto Ferrero, el premio otorgado supone un reconocimiento al hecho de que el trabajo de Enrique Lacolla ha jerarquizado el periodismo cordobés, en un contexto particularmente marcado por cierta banalización del oficio. Norma Morandini, por su parte, agregó que “el periodismo gráfico busca parecerse cada vez más a la televisión, y en ese camino se pierde profundidad. Los periodistas como Lacolla, que son académicos y al mismo tiempo saben comunicar, son el único camino para que los diarios sigan ofreciendo buena lectura”. Sin embargo, para Lacolla, el problema no parece estar tanto en el ejercicio del periodismo, sino en el contexto en el que ese ejercicio se lleva a cabo.

–¿El periodismo de reflexión está en crisis?

–Lo que está en crisis es la sociedad moderna, y la argentina en particular. Desde hace décadas hay una avalancha de vulgaridad que tiene por principal vector a la televisión, pero a la que no escapan los otros medios. Las raíces del fenómeno son complejas, pero tienen un común denominador: la dependencia económica y cultural del país respecto de unos países centrales, que a su vez experimentan una inflexión reaccionaria como consecuencia del naufragio de la utopía. No hay proyecto revolucionario en el mundo, cuando más falta haría que existiese. El único proyecto es la maximización de la ganancia y esto, en un contexto de debilidad como es el nuestro, tiende a anular el pensamiento.

–En ese contexto, ¿cuál es el desafío del periodismo para el siglo 21?

–Hacerse cargo de lo que acabo de decir. Esto es, reconectarse con el presente y con la historia del siglo 20 en todo lo que tuvo de trágico y magnífico, de espléndido u horrible, para entenderla y retomar el discurso crítico de sus grandes temas: capitalismo o socialismo, revolución o guerra, orden o caos. Si no lo hacemos de motu proprio, me temo que las cosas sucederán automáticamente y de la peor de las maneras posibles.

–¿Qué consejo le daría a un periodista que está comenzando su carrera?

–Que se ilustre. Que aprenda. Que lea –ensayos, novelas, poesía, lo que le guste– y vea cine. Que se empape de la historia de nuestro tiempo. Que se adiestre en el manejo del lenguaje: dominarlo es la única manera de representarse adecuadamente las cosas, de entenderlas y de transmitir persuasivamente el propio punto de vista a los demás. Y que sobre todo se esfuerce en comprender que las cosas no suelen ser en blanco y negro, sino que están llenas de matices. Eso lo ayudará a verse a sí mismo con algo de humor y a navegar por una realidad difícil, resistiéndola, y tal vez contribuyendo en algo a modificarla. Un poquito, aunque más no sea... Y si no lo consigue, al menos habrá dado testimonio de sí mismo.

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