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MIRANDO AL SUR - augusto alvarado


VIENTOS EN EL TECHO DE AMÉRICA

<h1><hr><u>VIENTOS EN EL TECHO DE AMÉRICA </h1></u>

Por Enrique Lacolla
La Voz del Interior – Córdoba – 18 de diciembre de 2005


Ernesto “Che” Guevara, cuya aplicación de la “teoría del foco” elaborada por el intelectual francés Regis Debray lo llevó al desastre, al sobredimensionar las virtudes del voluntarismo como expediente para consumar un proyecto revolucionario, acertaba sin embargo cuando entendía que Bolivia era una de las claves geopolíticas que podían abrir el camino a la integración sudamericana.

Riquísima en minerales y energía, provista de una geografía variada y dramática, ubicada en el corazón del continente, habitada por las masas indígenas más sobre- explotadas en la historia americana y en contacto con las potencias de la región, el valor estratégico de Bolivia es igual a dos cuestiones igualmente contundentes.

Por un lado, la incapacidad de la dirigencia ávida y mezquina que la gobernó durante la mayor parte de su historia.

Por el otro, al abrumador castigo que su población indígena padeció a lo largo de siglos, desde la Conquista hasta promediar el siglo 20, cuando algunos sectores de la pequeña burguesía intelectual y militar intentaron cambiar el estado de las cosas.

Lo lograron apenas de manera parcial y a un costo muy alto, pero las semillas de la disconformidad revolucionaria que arrojaron cayeron sobre un terreno fértil, aunque muy difícil.

Hoy se vota en Bolivia y el candidato mejor perfilado para obtener el triunfo es un heredero de esta turbulenta vocación insurreccional: Evo Morales, un indio de pura raza y expresivo de los intereses del pueblo bajo, a los que conjuga con un decidido anti- imperialismo y nacionalismo que hacen hincapié en la preservación de las riquezas energéticas del país y su aplicación a la generación de unas ganancias que se inviertan en él y no se dilapiden afuera.

Elección y después

No es probable, empero, que las elecciones vayan a resolver las dificultades de la situación boliviana, que en años recientes se han agigantado hasta asumir los contornos de una crisis terminal.

Evo Morales y el Movimiento al Socialismo (MAS) son la expresión de la insurgencia acumulada en los grupos más sumergidos de la población.

Son, también, su manifestación más razonable, pues están lejos de la utopía pesadillesca de una nación india independiente y soberana, como la auspiciada por el dirigente aymara Felipe Quispe, quien, desde la otra punta del espectro político, viene a coincidir con los separatistas “blancos” del oriente del país, muy interesados en precipitar la segregación de esa parte del conglomerado boliviano para explotar en solitario sus riquezas.

Riesgos y posibilidades

El riesgo de una fragmentación del país es muy real; está abonado no sólo por los factores internos sino también por presiones extranjeras, de origen vario, pero a las que con seguridad no son ajenos los intereses transnacionales que se vehiculizan en las empresas de hidrocarburos. Ellos se mezclan de forma inextricable con los de los planificadores del Pentágono y también, por qué no, con los que eventualmente podrían surgir de una perspectiva mezquina de las cancillerías de Brasilia y Buenos Aires respecto de las ventajas coyunturales que podrían arrancarse de la secesión de algunas franjas del territorio boliviano.

Así están las cosas. No prometen un panorama tranquilizador, pero tampoco debería entendérselas como una condena.

Las situaciones extremas suelen tener como contrapartida la posibilidad de utilizarlas para clarificar un panorama y para proceder a un reacomodamiento que en ocasiones es útil para reordenar las cosas en un sentido progresivo.

La verdad es que las tendencias profundas de Iberoamérica, en el sentido de ir hacia una mayor integración, están tan presentes como las tentativas centrífugas que buscan partirla aun más de lo que hoy está.

Las primeras tendencias se exteriorizan en fenómenos como el Mercosur, la Cumbre de Mar del Plata y la proliferación de hechos políticos que en cierto modo se espejan unos a otros, como puede ser la presencia del Movimiento Etno Cacerista de los militares Antauro y Ollanta Humala en Perú, que enarbola un discurso nacionalista y antiimperialista, con afinidades con el del presidente de Venezuela, Hugo Chávez.

Según las encuestas más recientes, Ollanta Humala estaría en el segundo lugar entre los candidatos a ocupar la presidencia peruana en las próximas elecciones, con altas probabilidades de alcanzar el primer puesto a la hora de los comicios.

Así las cosas, no debe extrañar demasiado que Estados Unidos esté moviendo sus fichas, de las cuales la base Mariscal Estigarribia en Paraguay no es la menor. Tal vez sea hora de que Argentina y Brasil compatibilicen sus políticas y preparen una hipótesis de tormenta.



CHILE: DETRÁS DE UNA ELECCIÓN

<H1><hr><u>CHILE: DETRÁS DE UNA ELECCIÓN</h1></u>

Por Patricia Verdugo
Publicado en el diario español El Mundo
Tomado de Piel de Leopardo

Pinochet no pudo votar. Se quedó arrestado en su casa de La Dehesa, el barrio de ricos de la capital chilena. No pudo ejercer su derecho a voto al estar procesado tanto por evasión de impuestos como por el crimen masivo de disidentes de la llamada Operación Colombo. Y quedó en blanco el espacio donde debía firmar en el libro de registro, allí donde aún dice que su domicilio es el Palacio de La Moneda. No cambió el dato pese a que dejó el gobierno en marzo de 1990.

El heredero político de Pinochet, el economista Joaquín Lavín, tuvo que entregar el liderazgo de la derecha al empresario Sebastián Piñera. Este fue el fenómeno más importante de lo ocurrido en las elecciones del pasado domingo en Chile, aunque a primera vista el titular en todos los diarios del mundo destacó que la socialista Michelle Bachelet obtuvo la primera mayoría relativa.

Habrá segunda vuelta –o balotaje- el próximo 15 de enero. Y entonces se medirán las fuerzas entre la alianza gobernante de la Concertación (centro-izquierda) y la oposición ahora marcada por el centro-derechista Piñera. Fuera de concurso quedó la izquierda “dura” (casi un 5.5 por ciento) y la derecha “dura” de Lavín y su pinochetista partido Unión Demócrata Independiente, UDI (casi un 23.5 por ciento).

Se pueden hacer todo tipo de sumas para observar la realidad desde muchos y legítimos puntos de vista. Si se suman los votos de Piñera y Lavín, se puede decir que Chile –con 16 años de transición- es más derechista que centro-izquierdista. Si se apunta al casi 46 por ciento de la doctora Bachellet, se puede anotar que Chile está dando un salto progresista al votar por una mujer, socialista, torturada e hija de un asesinado por la dictadura como la más segura Presidente de Chile para el período 2006-2010. Porque si sólo la izquierda “dura” –comunistas, humanistas y verdes- la vota en enero, ella se asegura la banda presidencial.

Pero el fenómeno es más profundo. En el pequeño país sudamericano, usado como ejemplo de buen funcionamiento del modelo neo-liberal de la Escuela de Chicago, los factores reales de poder se concentran en dieciséis grupos económicos que producen el 81 por ciento del Producto Interno Bruto. Ese poder nació de la privatización de empresas estatales durante la dictadura. Y hoy la abundancia de su riqueza los ha llevado a expandir sus negocios a lo largo y ancho de Latinoamérica.

Ese poder –tan real y tangible como lo son las monedas de sus bóvedas virtuales– es el que toma las decisiones, aunque de tanto en tanto haya elecciones y los ciudadanos crean ser quienes decidan. Ese poder decidió en 1989 que Pinochet “no va más” y le quitó el piso cuando tramó dar un auto-golpe y perpetuarse en el poder. Como pago por los servicios prestados, dejó a Pinochet como administrador del arsenal en el cargo de jefe del ejército por otros ocho años. Impunidad asegurada. Y luego, en marzo de 1998, lo instaló como senador vitalicio. Impunidad de por vida.

Gran parte de quienes fueron disidentes a la dictadura aceptaron el juego a cambio de construir una pacífica transición a la democracia. Se instaló la Concertación en el Palacio de La Moneda, con los presidentes Aylwin, Frei y ahora Lagos. Pero de facto ha funcionado en Chile un cogobierno con la derecha bajo el eufemismo de “política de consenso”, ratificado por el sistema electoral de binominalismo que asegura un cuasi-empate en el Parlamento. Así, la izquierda “dura” no ha podido instalar siquiera un diputado durante toda la transición.

El juego político, casi versallesco, se rompió cuando la justicia española logró el arresto de Pinochet en Londres en octubre de 1998. Es verdad que el gobierno de Frei presionó hasta lograr su liberación y traerlo de regreso a Chile bajo el compromiso de juzgarlo. Es verdad que luego la presión política no halló otra vía –para asegurarle impunidad– que declararlo demente. Pero Pinochet, arrogante, decidió hacer difícil la tarea de protegerlo. Y dio entrevistas ufanándose de su lucidez. Y movió dineros mal habidos en más 150 cuentas secretas. A la derecha –económica y política- no le quedó más camino que darle la espalda.

En ese cuadro es que el heredero político de Pinochet, el UDI Joaquín Lavín, cayó en desgracia junto con él. Y para sacarlo de la competencia saltó al escenario el empresario Sebastián Piñera, quien se ufana de haber votado “no” en el plebiscito que marcó el fin de la dictadura. Piñera pasa a ser ahora el nuevo líder de la derecha.
Es posible que llegue a La Moneda, pero todo indica que para los “dueños” del país sigue siendo más cómodo y rentable estar en una aparente oposición y en un real co-gobierno que instalarse en el otrora bombardeado palacio que vio morir al Presidente Allende.

Piñera representa la nueva postura pragmática del empresariado que necesita dejar atrás, en el olvido, al pinochetismo. La esperanza es que, además, los empresarios chilenos salgan de las cavernas del miedo al marxismo y se modernicen, que comprendan que no hay mejor negocio (para sus negocios) que una democracia donde la riqueza se comparta con mayor justicia social.

¿Cómo le viene este juego político a Chile? Si se lo observa en el contexto del vecindario latinoamericano, habría que decir que muy bien. La economía crece entre cinco y seis por ciento al año, tiene equilibrios macro-económicos aplaudidos por el FMI y no hay peligro inminente de explosiones sociales.

Pero si se observa a Chile 2005 en el contexto de su historia, hay que decir que el juego político es peligroso. Porque la pésima redistribución del ingreso nutre (¿o desnutre?) una extrema pobreza que no tiene más explicación que la desmesurada voracidad de la extrema riqueza y la debilidad o cobardía de los gobiernos de la Concertación para encararla y resolverla. Porque no se puede basar el crecimiento en mano de obra barata y desesperanzada, así como en la sobre explotación de materias primas.
Porque no se puede construir una democracia estable en el largo plazo si los resultados exitosos en lo macro no se traducen en real calidad de vida en lo “micro”, en la vida de cada familia.

Para decirlo sólo con dos potentes ejemplos. Todos concuerdan que si hoy existe una niña en Montegrande, hija de una maestra rural, que ame la poesía o un niño en Parral, hijo de un jefe de estación de ferrocarriles, que escriba poemas en sus cuadernos escolares, tienen ambos escasas o nulas posibilidades de transformarse en Gabriela Mistral y Pablo Neruda, los dos chilenos que conquistaron el Premio Nobel.

Chile se vanagloriaba de ser pobre, pero honrado y culto. Hoy Chile es más rico y debe reencontrarse con su honradez y su cultura democrática.


JORGE ABELARDO RAMOS

<hr><h1><u>JORGE ABELARDO RAMOS</h1></u>

GARCÍA MÁRQUEZ HISTORIÓGRAFO:
BOLÍVAR Y GARIBALDI
(Nuestro homenaje en el 175 aniversario de la muerte
del Libertador Simón Bolívar)

En 1989 salió a la venta “El General en su Laberinto”, genial obra de Gabriel García Márquez que relata los últimos días de la vida del Libertador Simón Bolívar. El éxito editorial fue inmediato. En poco tiempo se vendieron más de un millón de ejemplares. Sobre las razones de ese fenómeno Jorge Abelardo Ramos escribió la nota que transcribimos a continuación y que es nuestro homenaje, este 17 de diciembre, a un nuevo aniversario de la muerte del genial Simón Bolívar. (Tomado de “La Nación Inconclusa” – Jorge Abelardo Ramos – Ediciones de la Plaza – Montevideo – Abril de 1994) - (Mirando Al Sur)

¿Una agonía en lugar de una vida? No dejará de complacer al europeo dispéptico este relato de innegable belleza trágica, ya que en los “países centrales” hay un estereotipo firmemente establecido desde los tiempos de la trata de negros. Para ellos, “América Criolla” es exactamente como el plato picante que les ofrece aquí el escritor colombiano: mariposas gigantes, mulatas cimbreantes de bocas feroces, generales lascivos, árboles de los que mana leche, muerte y barbarie. Y también héroes derrotados. Sobre todo, héroes derrotados. ¡Buffón en estado puro! La naturaleza americana es subyugante. ¡Sí! Pero su historia resulta aborrecible. Exactamente lo mismo pensaba Borges cuando aludió desdeñosamente la “horrible historia de América”. Así se nos presenta un Bolívar espectral, cuya talla, roída por la tisis, disminuye cada día y, cuyo implacable retrato se dibuja con el filoso lápiz de García Márquez, de traición, mundanidad, obsesión erótica y baraja.

No resulta usual que se publique un libro en el mundo con una tirada de 1 millón de ejemplares en 32 lenguas. Tal interés ¿obedece al magnetismo de Bolívar? Cabe dudarlo.

¿Será más bien el prestigio del Premio Nobel, su particular vínculo con el Este y también con el Oeste? ¿Su cautivante pluma ejerce tamaño poder? No cabe duda que es gracias a García Márquez que la gente se ha precipitado a comprar el libro. No puede tratarse de Bolívar. Nuestros grandes hombres yacen bajo el peso de hagiografías sofocantes que les impiden respirar. La estructura cultural de nuestras repúblicas semicoloniales sólo cumple con los héroes escolares en cada aniversario fúnebre. No podía esperarse que los mismos intereses que derrotaron a San Martín, Artigas y Bolívar hiciesen otra cosa que cerrarles la boca en los somnolientos libros de texto y embalsamarlos en bronce. El sistema de puertos exportadores de América Latina, después de haber contribuido a expulsar a los españoles, volvió sus espaldas a los libertadores. Expatrió a San Martín, sepultó a Bolívar en Santa María, encerró a Artigas en la selva paraguaya.

En tanto, sus oficiales, auxiliados por comerciantes, hacendados y periodistas, fragmentaban la “gran Colombia” y se proclamaban jefezuelos de cada aldea. En lugar de una “Patria Grande”, tuvimos 20 repúblicas simiescas. Cada “Estado” exhibía orgullosamente su Constitución copiada. Y cada República vivía de un solo producto, casi en estado de naturaleza: con sus plátanos aquella, esta con su cobre, otra con su petróleo, o su carne, su estaño o su azúcar. Apoyada en cada producto exportable, se erigió una arborescencia política, jurídica, aduanera, literaria y militar llamada “Nación”. Sobre cada una de ellas se elevó la sombra de los Imperios anglosajones. La historia se trocó en fábula, Bolívar resultó, para el lector corriente, un ambicioso, celoso de San Martín, y nuestro Libertador, una especie de Santo, “renunciador” y asexuado, envuelto en su mortaja de asceta. Ambas imágenes resultaron tan falsas como el boceto despiadado que Marx trazó sobre Bolívar (lo llamó “canalla”) nutrido de la folletería inglesa. De algún modo, García Márquez continúa esta tradición, aunque en el plano de un arte refinado y, por lo mismo, más sutil y peligroso.

La novela-historia narra la desintegración física y moral de Bolívar, a través del río Magdalena hasta Santa María. Nada se le ahorra al lector: un moribundo lucha entre el sueño y la muerte; el poder se le escurre entre las manos; sus generales lo traicionan y desprecian en todas partes; exhausto, todavía le queda ánimo, entre vómitos de sangre, para alzar a las mulatas o damas mantuanas hasta su hamaca. Lisonjea y desacredita a un tiempo sus fieles, descree de todo y de todos.

Este viaje de Caronte a los infiernos urde una visión horrenda del Libertador. Es precisamente García Márquez, muy atento a su trabajo, quien emplea la palabra, en un apéndice sobre fuentes, de la página 274: “El horror de este libro”.

En dicha página titulada “Gratitudes” el autor revela sus propósitos: “Más que las glorias del personaje me interesaba entonces el río Magdalena... Los fundamentos históricos me preocupaban poco, pues el último viaje por el río es el tiempo menos documentado de la vida de Bolívar”. No obstante, nos dice luego que consumió dos años en la lectura de documentos sobre la vida del Libertador, labor que lo autoriza más adelante a referirse al “rigor de esta novela”.

En materia de “rigor”, digamos que San Martín no fue el “Libertador del Río de la Plata”, como afirma García Márquez, sino de las Provincias Unidas, de Chile y de parte del Perú. Tampoco es cierto que Garibaldi, quien visitó a Bolívar en su lecho de muerte, fuera “el patriota italiano que regresaba de luchar contra la dictadura de Rosas en la Argentina”.

El joven Garibaldi, que deambuló por Sudamérica a mediados del siglo XIX, era un aventurero peninsular, a la cabeza de una turba de forajidos, que el propio Garibaldi, en sus “Memorias” llama “chusma cosmopolita”, conocida en todas las escuadras filibusteras con el nombre de “fréres de la cóte”. Esta banda temible saqueó Colonia y Gualeguaychú (en particular, poblaciones civiles desarmadas) a sueldo de los imperialistas franceses que ocupaban Montevideo.

Ese otro Garibaldi, que ayudó al Conde Cavour en 1870 a fundar la unidad del Estado en una península despedazada, es un personaje de la historia italiana. En el Río de la Plata trabajó para dividir. Allí, patriota, dicen. Aquí, sin duda, forajido.

En la historia colombiana García Márquez, se presenta como liberal. Al referirse al general Santander, un viscoso y pérfido Mitre bogotano, el gran novelista escribe que “sus virtudes civiles y su excelente formación académica suscitaron su gloria. Fue sin duda el segundo hombre de la independencia y el primero en el ordenamiento jurídico de la República”.

¡Qué interesante! Sin embargo faltaría agregar que participó en la organización del atentado contra la vida del Libertador Bolívar y que fue durante toda su carrera pública, abierta u ocultamente un adversario personal y político del Libertador, el hombre de confianza de comerciantes y picapleitos hartos de heroísmos, fiel de la burguesía comercial, amigo de Estados Unidos y favorito de la opinión europea librecambista.

No pocas desgracias póstumas se acumularon sobre Bolívar, comparables a las que martirizaron su vida. Si de un lado el pensamiento conservador y oligárquico de los puertos ha instalado el bronce de Bolívar en un lugar tan sospechoso como la OEA, del otro, la farándula izquierdista de la inocente América Criolla, lo ha condenado con frecuencia bajo la inspiración del hechicero de Tréveris.

García Márquez, en su ensayo bibliográfico de Fidel Castro, (escribe el historiador colombiano José Consuegra) ha dibujado el perfil del revolucionario cubano con exquisita cortesía y no ha entrado en su vida amorosa por “considerarla un ámbito privado”.

Con Bolívar no ha procedido con tantos miramientos. Sin duda, la “inteligencia” de América Latina percibe exactamente la dirección de la brisa. Una cosa es un hombre de Estado vivo, y otra un hombre de Estado muerto. Cuando García Márquez recibió en 1982 el Premio Dimitrov, de la Bulgaria “socialista” no se habían olvidado sus palabras: “Mi gran sueño es figurar en la Enciclopedia Soviética que será el único eco que la literatura tendrá en el porvenir”. Maravilloso artista, este genio de la lengua criolla no entrará al porvenir por su poder profético. La gran Enciclopedia Soviética, un monumento bizantino elevado a la grandeza moral de la Policía Secreta, ya ha muerto. García Márquez vive y vivirá. Para un intelectual del siglo XX, colocarse en cierto período bajo la protección de una gran potencia constituía un salvoconducto a la fama. Pero si se amparaba bajo la sobra de ambas, en el Este y en el Oeste, entre el Nobel y el Dimitrov, era mucho mejor. Si a lo dicho se agrega que García Márquez no sólo es un gran escritor, sino el favorito de todo latinoamericano, cabría acariciar la esperanza de que la América mestiza pueda ofrecer algún día a sus intelectuales un ámbito protector que los vuelva más dueños de sí mismos. Porque la literatura, como la ciencia, no es una “disciplina neutral”.

Realmente ¿por qué sería para García Márquez el Dr. Francia, dictador del Paraguay, un personaje risible y abominable y en cambio Fidel Castro un paradigma de jefe de gobierno? Las dos grandes figuras, el dictador paraguayo y el caudillo cubano, son dos revolucionarios, dos héroes, cada uno en su siglo. Requiere coraje moral y un enérgico desbrozar del pasado y del presente la no sencilla tarea de entender a ambos.

¿Garibaldi, “patriota” italiano y Rosas “dictador” a secas? Estos juicios erróneos nacidos de la influencia deformante del pensamiento europeo, revelan la urgente necesidad de una descolonización historiográfica en América Latina.

En muchas ocasiones García Márquez no ocultó sus opiniones políticas. A la luz de su Bolívar ¿podrá reiterar que la guerra de Malvinas fue una aventura “estúpida” y la invasión de Afganistán una proeza “socialista”? La gloria del escritor no podría constituirse en un factor paralizante de la crítica en disciplinas ajenas a la literatura, como la política o la historia, en cuya “selva oscura” se interna García Márquez sin vacilar y con poca fortuna.

“El General en su laberinto” es, sin duda, una obra de arte. Reposa sobre la agonía de un hombre que ambicionó fundar una Patria Grande, una “Nación de Repúblicas”.

¿Y por qué esta trama de estupenda prosa americana, suculenta de pájaros, perfumes, apetitosas mujeres y paisajes que sólo en América viven, debía ser el itinerario de una agonía? ¿Sólo muerte y derrota puede ofrecer nuestra tierra al ansioso paladar de la cruel Europa, inventora de la guillotina? La pequeña burguesía latinoamericana, colonizada por la izquierda y la derecha, siempre ansiosa y peripatética ¿esperaba quizás este bocado exquisito, pero amargo en su núcleo, para decirse a sí misma, con un suspiro, que la revolución fue nada más que un hermoso sueño?

En el fondo ¿no será ese el secreto del millón de ejemplares? ¿No le resultará agradable, a cierto tipo de lector, saber que al fin y al cabo aquí nada es posible y que los genios más atrevidos encontrarán de todos modos su agonía y hasta un poeta diestro para describirla?
 

Sin embargo, Bolívar es un héroe vivo. Esta época exige mucho de ellos. Solo queda por agradecer al ilustre escritor colombiano, (nuestro verdadero Cervantes), por ese millón de lectores: ahora saben que en Santa María murió en 1830 un hombre más grande que Bonaparte. No dudamos que el vientre de la América que lo produjo es insaciable y fértil y seguramente engendrará muchos otros.


ISLA NEGRA EN EL CORAZÓN

<h1><hr><u>ISLA NEGRA EN EL CORAZÓN</h1></u>

Por Rosa Núñez Pacheco
Arequipa, diciembre de 2005
Presentación de Aristóteles España

La autora de esta crónica participó del X Encuentro Internacional de Escritores realizado en el puerto de Chañaral (Región de Atacama-Chile) desde el 24 al 27 de octubre de 2005; posteriormente realizó una visita a las casas de Pablo Neruda. He aquí un recuento de su viaje por aquellos parajes australes.

Y después del Encuentro en Chañaral de Las Ánimas, los poetas partieron hacia distintas y lejanas direcciones: Colombia, Perú, Bolivia, Argentina y Uruguay; los que nos quedamos en Chile emprendimos una larga travesía más al sur. En la madrugada, bajo el tiritar de las estrellas, atravesamos el desierto silencioso de Atacama. Entre sueños lo vimos florido, desprendiendo sus mágicos olores de añañucas y amancaes, mientras que, como un viejo reloj de arena, el tiempo transcurría difusamente, trayendo a nuestra memoria el cálido recuerdo de los amigos, de sus versos, de sus vidas, de su profunda humanidad.
Más tarde, cuando el sol estaba en lo alto y la brisa marina nos refrescaba del ligero calor de aquellos días finales de octubre, entramos a La Serena. Ahí también había un puerto y a medida que recorríamos la ciudad,  imaginariamente anclamos y nos dirigimos a los valles cordilleranos del oriente en busca de la voz de una mujer visionaria que fue reconocida con el Premio Nobel de Literatura hace cincuenta años: Gabriela Mistral. Con su poesía fuimos adentrándonos en su Valle de Elqui, tierra de lagares y de montañas que arden en rojo y azafrán, y cuyo río cristalino se une serenamente con el mar.
Luego de algunas horas más de viaje llegamos a Santiago. Atravesamos la ciudad subterráneamente en el metro y luego desde el vigésimo piso de un edificio pudimos apreciarla en pleno movimiento. Casi al frente nuestro estaba el cerro San Cristóbal, en cuya ladera se hallaba La Chascona que, junto a Isla Negra y La Sebastiana, forma parte de las tres bellas casas náuticas que Pablo Neruda poseía en Santiago, Isla Negra y Valparaíso, respectivamente. Cuando la visitamos sentimos formar parte de ese barco  lleno de objetos a los que él dio vida con su palabra:  Las cajitas de música, las muñecas, los cuadros de Diego Rivera, sus muebles,  sus poemarios, su medalla del Nobel, en fin toda su vida compartida con Matilde Urrutia.
Pero nada se compara a lo que significó llegar a Isla Negra, su mejor barco anclado frente al mar. En su póstumo libro Confieso que he vivido (1974), Neruda dice que luego de regresar  de  España necesitaba un sitio de trabajo para escribir su Canto general. Fue entonces cuando conoció a un viejo capitán de navío español que le vendió una casa de piedra a medio construir en 1939, y él poco a poco terminó de concebirla llenándola con su imaginación y sensibilidad poética, arrebatándola a las olas que se estrellaban contra las rocas acomodadas en sus linderos, o tal vez para compartirla y formar parte de esa inmensidad viva y palpitante que bañaba las costas y que llevaba a su barco por parajes lejanos pero no extraños a su corazón.
Al inicio del recorrido por la casa hay una inscripción que dice: “Regresé de mis viajes. Navegué construyendo la alegría.” En efecto, esta casa invita a navegar, ya sea viendo el océano desde sus ventanas o mirando los objetos marinos que el poeta recolectó con una ardiente pasión.  En sus distintos ambientes pudimos apreciar sus famosas colecciones de caracolas y de insectos, sus colmillos de narval, sus mascarones de proa  como La Medusa o la María Celeste,  sus botellas de variados colores y formas, sus figuras totémicas, sus antiguas fotografías, sus piedras, sus barcos en miniatura, sus libros, su caballo de tres colas, etc. Todo esto perteneció al legado que dejó el poeta a los trabajadores del cobre y del salitre, pero que hoy forman parte del museo administrado por la Fundación Neruda.
Más allá de los recintos de madera y al aire libre hay una  tumba en forma de proa adornada por hermosas florecillas que juegan con el viento proveniente del vaivén de las olas. Ahí descansa el poeta junto a su  Matilde amada. No hay un epitafio como el de Vicente Huidobro, en Cartagena, que diga: “Abrid esta tumba: al fondo se ve el mar”; no es necesario: Neruda era del mar y a él había vuelto, y el mar estaba ahí frente a nosotros. De pronto sentimos una súbita tristeza al recordar sus últimos momentos en aquellos días lúgubres. La muerte había invadido la  primavera que él había construido con toda su esperanza; pero ni los incendiarios ni los guerreros ni los lobos lograron matarlo. Su poesía no ha muerto, tiene las siete vidas del gato, como él mismo había escrito en sus memorias póstumas Para nacer he nacido (1978).

A un año del centenario de su nacimiento, su voz continúa viva, nos la trae el rumor interminable de las olas y el vuelo incesante de los pájaros; por eso miles de navegantes que van de puerto en puerto en busca de la poesía, la encuentran palpitante y bullente en este refugio sereno que verdea en Isla Negra como un canto de amor intenso a la vida.


CHILENOS EN LA GUERRA DEL CHACO

<hr><h1><u>CHILENOS EN LA GUERRA DEL CHACO</h1></u>

El infrascrito, director del Centro de Estudios Chilenos CEDECH, te invita a presentación de libro del Dr. Leonardo Jeffs Castro este martes 20 a las 19.00 horas en el Auditorio del Museo B. Vicuña Mackenna ubicado en la Av. Vicuña Mackenna 94 (Metroestación Baquedano). El texto en referencia versa sobre las relaciones de Chile y Bolivia entre 1928 y 1935 con especial referencia a la participación de personeros de nuestras FFAA en la Guerra del Chaco.

Anticipadamente se agradece concurrencia a esta fiesta de la palabra impresa que supone búsqueda de la armonía al interior del  Cono Sur.

Prof. Pedro Godoy

Primavera de 2005

"Al Chaco se le llamó el "infierno verde" porque, pese a que su terreno era salpicado de pantanos y de espesa vegetación de matorrales y árboles como espinos, lo más difícil de obtener era el agua, ya que no lo cruzaban ríos, y había que cavar pozos para encontrar fuentes subterráneas. Un calor insoportable y un ambiente malsano, caldo de cultivo de enfermedades, ayuda a entender las atroces condiciones en que se debió pelear, en especial los bolivianos que, sacados de sus ciudades y pueblos andinos, debían desenvolverse en un medio totalmente extraño".


ARGENTINA - FMI

<HR><H1><U>ARGENTINA - FMI</H1></U>

Foto: Gustavo Garello - "Clarín" 

COMUNICACIÓN

Saludamos y acompañamos la decisión del Gobierno Nacional de cancelar la deuda con el FMI.

Mucho análisis se podrá hacer en adelante sobre el esfuerzo del pueblo argentino y la política gubernamental para obtener las reservas que nos permiten tomar esta medida.

También sobre las opciones posibles.

Pero la medida merece el inmediato apoyo. Quitarnos el peso de la incidencia del FMI en el dictado de las políticas nacionales no puede sino provocar una profunda satisfacción  y marcar otro paso importante del Presidente Kirchner.

Y si este paso es en consonancia con el hermano  Brasil, adquiere una significación aun mayor en el marco del MERCOSUR revitalizado con el ingreso de la Republica Bolivariana de Venezuela.

Alejandro Gorsky - Grupo SEÑALES - General Roca -Rio Negro

15 de diciembre de 2005.

DIFUNDE

CAUSA POPULAR - CON LAS BANDERAS DE ARTURO JAURETCHE, JORGE ABELARDO RAMOS Y JUAN DOMINGO PERON

ADHIERE: MIRANDO AL SUR


BOLIVIA

<h1><hr><u>BOLIVIA</h1></u>

SIGNIFICADO DE LAS ELECCIONES

Por Andrés Soliz Rada

En las elecciones del 18 de diciembre próximo, se juega la viabilidad de Bolivia. El triunfo del Movimiento al Socialismo (MAS), de Evo Morales, puede significar, más allá de sus contradicciones y limitaciones, la recuperación progresiva de la soberanía nacional, casi anulada por los regímenes neoliberales de las dos últimas décadas. El analista argentino, Andrés Oppenheimer, conocido por sus posiciones neoliberales, acaba de afirmar, en el “Miami Herald”, al igual que su congénere Carlos Alberto Montaner, que el único país en el continente en riesgo de desaparecer es Bolivia.

El drama de esta república reside en tener una importante reserva de gas natural, adecuada a las necesidades del Cono Sur, donde las grandes petroleras como Repsol, Total, British Gas y Exxon, están fuertemente asentadas, sin que el Estado nacional, reducido a escombros por el neoliberalismo, antes de haber podido consolidarse, esté en condiciones de fiscalizarlas. La posibilidad de contener la balcanización del país no pasa sólo por el triunfo del MAS, sino porque ese triunfo sea contundente, a fin de tener la fuerza que necesita para detener a las tendencias separatistas alentadas por transnacionales, sobre todo en Tarija y Santa Cruz.

El domingo se elegirán no sólo al presidente y vicepresidente de la República, sino a Prefectos departamentales, varios de los cuales podrían alentar tendencias disgregadoras, con el apoyo de centros de poder mundial, organismos financieros y grandes consorcios económicos. Se necesita que el MAS deje de ser sólo una confusa y vacilante fuerza de resistencia al neoliberalismo, para convertirse en Movimiento Liberador, capaz de aglutinar a la nación oprimida, sin caer en fundamentalismos indigenistas que profesan varios de sus dirigentes.

El movimiento nacional requiere de capacidad de movilización en torno a la defensa de la autoestima, de la propiedad de los recursos humanos y naturales y de su industrialización interna, dentro de la visión bolivariana, hoy liderada por el Presidente Hugo Chávez. El MAS debe comprender que no está partiendo de cero. Por ello debe recoger las banderas del socialismo militar que en 1937 protagonizó la primera nacionalización del petróleo en América Latina; del Presidente Gualberto Villarroel, colgado, en 1946, de un farol de la Plaza Murillo, de La Paz, por enfrentar a la plutocracia del estaño y los latifundistas; de la traicionada Revolución Nacional de 1952; de la segunda nacionalización del petróleo de 1969, llevada a cabo por el general Alfredo Ovando; y del “Modelo Endógeno de Desarrollo, propuesto por “Conciencia de Patria”, en 1989. Sobre esa base, Evo Morales puede convertirse en el primer presidente indígena, con visión nacional, en un país de mayoría quechua-aymara.

El destino de Bolivia depende también del apoyo de los movimientos populares de América Latina, que no pueden observar con indiferencia, como hasta ahora, los intentos del imperio y sus agentes por despedazar al país. El MERCOSUR es la avanzada de la resistencia a las ingerencias imperiales, pero, infelizmente, poderosas transnacionales están incrustadas en los países que lo integran. Del resultado de la pugna entre los pueblos de Argentina, Chile, Brasil, Paraguay y Uruguay frente a las petroleras de EEUU, Inglaterra, Francia y España dependerá también el proceso boliviano.

Petrobrás debería ayudar a la reorganización de la empresa petrolera estatal de Bolivia (YPFB), sin someterse a las presiones de sus socias: Repsol y la Shell. La ayuda venezolana debe servir para que YPFB forme parte de Petrosur, la propuesta más audaz del Presidente Chávez. Es un grave error creer que la derrota del movimiento popular boliviano beneficiará a los países vecinos. Todo lo contrario. La disgregación de Bolivia proseguirá con similares intentos en Paraguay, Uruguay, Perú y Ecuador, sin olvidar que el capital financiero busca arrancar la Patagonia de la soberanía argentina y la Amazonía del control brasileño.


BOLIVIA

<hr><h1><u>BOLIVIA</h1></u>

Por José Mercader - Rebelión