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MIRANDO AL SUR - augusto alvarado

enrique lacolla


ARGENTINA – VENEZUELA

<hr><h1><u>ARGENTINA – VENEZUELA</h1></u>

PALABRAS DEL PRESIDENTE DE LA NACIÓN, NÉSTOR KIRCHNER, DURANTE LA FIRMA DEL CONVENIO ECONÓMICO, INDUSTRIAL, TECNOLÓGICO Y COMERCIAL EN EL ÁREA DE PROVISIÓN DE IMPLEMENTOS Y MAQUINARIAS AGRÍCOLAS ENTRE LAS REPÚBLICAS DE VENEZUELA Y ARGENTINA.



29/09/2005 - República Federativa de Brasil, Brasilia.



La verdad querido Presidente que es espectacular, no lo puedo creer todavía. Realmente es un día muy importante no solamente para Argentina y Venezuela, sino para toda la región, querido Presidente. Durante muchos días lo hemos conversado con mucha firmeza, con mucha decisión la idea de construir un espacio en América, que nos lleve a la recuperación concreta del rol que tenemos que tener en la región y en el mundo.

Le agradezco profundamente haber creído, en habernos creído, evidentemente la tarea de Alí Rodríguez, de Ramiro Carreño, de Julio de Vido, de Rafael Bielsa ha sido muy importante para que podamos avanzar, en la concreción de nuestros embajadores, de Nilda Garré, de sus embajadores en la Argentina, que realmente los dos han sido muy buenos y nos ha llevado a la concreción de un tema muy importante, la adquisiòn y la venta de las estaciones Rhasa, de hecho una operación casi de 100 millones de dólares que va a permitir definitivamente que se ponga fuertemente en actividad y que juntamente y Enarsa, que es la empresa que nace en la Argentina con la intención de recuperar la iniciativa política, la iniciativa institucional y la iniciativa económica en la producción energética, que lo estamos logrando gracias al fuerte apoyo que tenemos de vuestro Gobierno, querido amigo, es que nosotros le damos una validez estratégica.

Estamos realmente felices, es el espacio estratégico en América latina, el espacio estratégico en las relaciones entre Argentina y Venezuela. Dios quiera que también la podamos sumar rápidamente a Brasil y al resto de los países en la construcción de ese anillo energético y soberano de los países de América del Sur, lo que sería muy importante



El avance logrado en materia agrícola y el intercambio que estamos haciendo es realmente muy importante es histórico. Con estos 100 millones de dólares en materia agrícola que Venezuela va a comprar a la Argentina, más todas las operaciones que hemos llevado adelante durante todo este tiempo, más el intercambio global de tecnología para que así como nosotros necesitamos el fuerte apoyo en la construcción de una ecuación energética que nos permita desarrollarnos, sabemos que el pueblo venezolano va a poder desarrollar su empresa agrícola, que es fundamental. (Aplausos).

Durante mucho tiempo por las circunstancias que usted mismo expresaba, señor Presidente, se le fueron negando y le fueron generando una economía prácticamente de un solo color, como se dice, y usted está luchando fuertemente por la pluralidad de producción y eso le va a dar a Venezuela el destino de gran país para vencer a la pobreza, a la indigencia y al desempleo, que es la misma lucha en la que nosotros estamos



También es muy importante el acuerdo que se va a firmar mañana con Repsol, donde PDVSA va a participar en cerca del 10 por ciento en el campo de Repsol, también va a estar Enarsa y vamos a estar todos juntos en el Orinoco, en una de las regiones donde más reservas creo que tienen en petróleo y gas en el mundo. Para nosotros es un alto honor y estamos profundamente agradecidos del gesto. Los gestos se ven en estas acciones concretas que para nosotros son relevantes, querido Presidente.

La Argentina ve que se van reconstruyendo los lazos de San Martín, de Bolívar, de O’Higgins, de Artigas y de todos aquellos patriotas que fueron entendiendo el porqué de la construcción de América latina, de los países de América del Sur.



Nosotros, cambiando la dimensión histórica y los tiempos, tenemos que hacerlo con espíritu creativo, entendiendo y ayudando al crecimiento de nuestros países, a un crecimiento equitativo, a que nos de independencia, a que nos dé soberanía, que nos dé inclusión social, que nos vuelva a hacer sentir la autoestima necesaria que tenemos que sentir todos de una región y por supuesto de cada uno de nuestros países.

Así que aquí, en Brasil, hoy creo que Venezuela y Argentina sellamos un paso histórico. Lo agradezco profundamente, creo que es el camino y creo que es el camino que debemos invitar a todos los países de América latina y América del Sur a seguirlo con mucha fuerza, creo que es el rumbo para encontrar las alternativas superadoras, creo que el acción concreta que demuestra que cuando uno dice quiero construir justicia, que quiere construir independencia, que quiere construir equidad, la única forma de construirlo es de esta manera.
Muchísimas gracias, querido Ramírez Carreño, muchas gracias Alí por todas las tareas que tu haces con ese concepto de entender lo que es la integración, la solidaridad, la justicia, la equidad en el mundo, pelear por las ideas, por las convicciones que es vital.

Muchas gracias a Julio y a Rafael, que con un gesto de Rafael muy importante también, que no le importó que está en campaña electoral ni le importó que tenía que abandonar todo allá para venir a cumplir con la Argentina y para venir a llevar adelante esto, que había luchado con Julio durante mucho tiempo. Esos son gestos muy valiosos que realmente nosotros lo valoramos y agradecemos. Y a ti, querido Hugo, un abrazo porque estamos cumpliendo lo que hemos dicho. Muchísimas gracias


EL CÍRCULO CERRADO

<hr><h1><u>EL CÍRCULO CERRADO</h1></u> Por Enrique Lacolla
La Voz del Interior – Córdoba – 26 de septiembre de 2005


El discurso del presidente venezolano en las Naciones Unidas, poco más de una semana atrás, fue denostado o silenciado. Definida como estrambótica por la Casa Blanca, la pieza oratoria de Hugo Chávez recibió poca consideración en los medios de prensa internacionales, que cuando mucho la recogieron como otra manifestación de la tropical forma de ser del mandatario caribeño. Sin embargo, más allá de la resonancia popular de sus palabras, que irrita el oído del establishment, el discurso de Chávez sonó como “un pistoletazo en un concierto” porque se atrevió a enfatizar el carácter distorsionado de la realidad mundial que nos rodea y la inoperancia del organismo internacional



El tema energético; la depredación del planeta; el hambre; el desequilibrio histórico de las relaciones mundiales; el desequilibrio interno, que aflige incluso a las sociedades desarrolladas; la carencia de representación democrática en el Consejo de Seguridad de la ONU y el agotamiento del orden económico internacional fueron asuntos puntualizados por Chávez en un ámbito que suele poner en sordina estos temas al instalarlos entre los algodones de una prosa llena de vaguedades.

Hacen falta los enfants terribles en el foro mundial. En un ámbito comunicacional imbuido de conformismo, decir que dos y dos son cuatro resulta insolente. La verdad se ha tornado una provocación, pero mientras más se aprieta el corsé de lo “políticamente correcto”, más escandalosos son los resultados a que arriba el sistema y más flagrante se hace la contradicción entre lo que se proclama y lo que efectivamente es.

Lo que de veras existe, en efecto, no tiene nada que ver con la democracia ni con la ideología llamada liberal. La polarización que es intrínseca a la globalización, y que esa ideología ignora de forma deliberada, despoja de todo fundamento a la pretensión de fundar un orden mundial basado en la libertad. En el marco del actual régimen, la integración al sistema global torna ilusorio cualquier intento de los países periféricos en el sentido de alcanzar a los que tienen la punta, pues la desregulación del intercambio y de los flujos de capital condena a las masas deprimidas de esos países a deprimirse aún más, mientras se bloquea la posibilidad de que esas muchedumbres escojan la solución a la que apelaron en el pasado los excedentes poblacionales de los países hoy desarrollados: la emigración.

En efecto, sólo una liberación de las corrientes migratorias podría otorgar cierta credibilidad al discurso desregulador, pero esa opción está excluida por razones nacionales, étnicas o de la índole que fuere.

Después de tantos años de hablar acerca de los pueblos en cautiverio detrás de la cortina de hierro, los países del Occidente desarrollado han erigido mil y un obstáculos parecidos, no para impedir la salida sino para prohibir el acceso de los desheredados al escenario de su propio privilegio. Y el costo en vidas humanas de estas murallas de Berlín al revés supera en forma desmesurada al que plantearan los esfuerzos por vulnerar la cortina de hierro y escapar hacia la libertad en Occidente.

Hipocresía y rebelión ciega



La necesidad de romper el discurso políticamente correcto y llamar a las cosas por su nombre, puesta en evidencia por la corriente de aire fresco que acompañó al discurso de Chávez en las Naciones Unidas, se pone de manifiesto de manera flagrante en las presiones explosivas que acompañan al sistema y que son generadas en buena medida por la oclusión, no sólo de las instancias prácticas para superarlo sino incluso por la hipocresía con que el sistema actúa sus procedimientos



El oscurecimiento de las raíces del problema, la confusión deliberada que el discurso dominante introduce en torno de lo que está en juego, cuando no puede ser decodificado o dominado de manera consciente por quienes lo sufren, provocan una exasperación que se resuelve a veces en un furor que profundiza los componentes negativos de una situación dada.

Las conspiraciones están a sus anchas en este terreno. La historia comienza cuando comienzan los millones, decía Lenin. Cuando, como hoy, falta el protagonismo de las multitudes, cuando no hay actores sociales conscientes de un rol histórico, el poder se confina en los laberintos donde se cocinan las manipulaciones de los especialistas. Y no se trata tanto de los especialistas de la política cuanto de los pertenecientes a la burocracia de las finanzas internacionales y a los servicios y cuerpos de inteligencia que, hoy en día, ejercen una influencia desmesurada en la confección de las políticas que reúnen tecnología, poder militar y discurso televisivo en un trípode que siempre tiene alguna de sus patas presente en el escenario. Cuando no tiene los tres términos de la ecuación funcionando en forma mancomunada.

La negación de los factores que componen la realidad y su distorsión en un discurso mediático impreciso, genérico y omnipresente, más la agresión que supone la coerción económica y en ocasiones militar, crean estados de exasperación propicios para la gestación de los credos fundamentalistas y su deriva eventual, el terrorismo



Pero éste a su vez se mueve en círculos cerrados, cuyos mandantes y móviles permanecen en la sombra. Esto refuerza el carácter conspirativo del presente.

¿Cómo saber dónde concluye la CIA y comienza Al-Qaeda? A estar por los resultados que promueven los golpes terroristas –invasiones, divisiones regionales fundadas en la separación confesional, guerras de religión que se verifican en espacios significados por su valor estratégico o por encontrarse asentados sobre un subsuelo rico en petróleo– se diría que la vinculación es operante, aunque no se pueda precisar de qué manera se establecen esos lazos y qué es lo que hay de deliberado y qué de casual en ellos.

Las raíces del odio



La hipocresía reinante quiere explicar el terrorismo como una ideología del odio. Sin duda lo es, pero ¿qué genera el odio?

La fractura de la utopía socialista y de la ideología del progreso solidario ha provocado un vacío de esperanza que está siendo llenado por una protesta revulsiva contra el estado de cosas, protesta tan legítima como inconducente



La burla solapada o la indiferencia frente a los problemas que afligen a las tres cuartas partes de la humanidad, su escamoteo por el discurso retórico; la reducción de los antagonismos a una conflictividad determinada por los choques culturales de un presunto “conflicto de civilizaciones” –que niegan al Otro o lo confinan a un espacio delimitado y ajeno al Nosotros– provocan una reacción que combina la crisis identitaria con el deseo de superarla reconfirmándose en el papel que la civilización presuntamente superior ha asignado a quienes se obstruye el acceso al club de los privilegiados.

La locura de los terroristas refleja la locura del sistema que los engendra, es su complemento necesario. Porque el sistema necesita de esa dialéctica inmóvil: ¿no es sugestivo que cuando el derrumbe de la URSS dejó a Estados Unidos como dueño del planeta y sin un enemigo a la vista, haya surgido una amenaza terrorista que sirve para ejercer el poderío militar sin cortapisas?



De esta manera se pueden controlar las áreas estratégicas en forma directa, facilitando asimismo el recorte de las libertades civiles en el mundo desarrollado, al hacer del temor un agente activo que condiciona la opinión y la predispone a la asunción de actitudes represivas.

Por supuesto que el precio a pagar por esto es grande. En condicionamientos psicológicos, en pérdida de albedrío y de calidad de vida, y en los riesgos que supone la manipulación de un material explosivo que, en última instancia, no se domina, pues los activistas del terror, una vez que se les ha soltado la cadena, son imprevisibles. Y, aunque no pueden poner en riesgo al sistema, son muy capaces de crear una inestabilidad perdurable y un desasosiego existencial que estará en condiciones de arruinar la vida a millones de seres humanos.

Quienes tributan este precio, sin embargo, no son los que se benefician del negocio. De modo que no hay por qué hacerse ilusiones: la espiral del terror se muerde la cola y la única forma de resistir sus círculos concéntricos es saliéndose de ellos. La desconexión preconizada por el economista egipcio Samir Amin no es reaccionaria, pues presupone la vinculación de los pueblos por fuera de las estructuras burocráticas que los contienen.

Una de las formas de liberarse es rompiendo la hipnosis de las verdades hechas y del discurso afelpado, como el mandatario venezolano tuvo el desparpajo de hacer en su reciente presentación ante el organismo mundial


LA FRACTURA

<hr><h2><u>LA FRACTURA</h2></u>

A medio siglo de la "Revolución Libertadora"



Por Enrique Lacolla

El golpe cívico-militar de septiembre de 1955 rompió el ascenso, irregular pero continuado, de las masas argentinas hacia el protagonismo democrático.

La Argentina moderna tiene un punto de inflexión en su trayectoria. Este es el 16 de septiembre de 1955, fecha del golpe cívico-militar que derrocó al gobierno de Juan Perón y del que se cumplen 50 años este mes.

Fue un momento crucial, en el que confluyeron los equívocos, los resentimientos y las enfrentadas concepciones de país que habían informado a nuestra historia y sostenido una batalla cambiante prácticamente desde la Independencia.

Muchas de esas contraposiciones no se han disuelto todavía. En parte porque el factor objetivo que las influye, la dependencia, se encuentra muy lejos de estar superado; y en parte también porque la escisión psicológica que esta determina no acaba de soldarse.

La Argentina tuvo, desde su fundación, un curso alterno, dividido entre la concepción porteña de la provincia-nación, que evaluaba el desarrollo en términos mercantiles y atendía a una evolución significada por la conexión con el mercado externo, sin preocuparse mucho del conjunto del país -como no fuera para dominarlo-, y una resistencia confusa y estructuralmente débil a ese proyecto, puesta en práctica por un interior que carecía de peso económico y cohesión política.

La lucha se saldó con el triunfo del modelo propiciado por Buenos Aires, aunque en el trámite fue hasta cierto punto conquistado por esa resistencia que, al federalizar la ciudad-puerto por las armas del ejército de línea, en 1880, determinó una organización nacional viable, la cual, gracias a una relación privilegiada con el Imperio británico y a las ventajas comparativas del suelo, pudo instituir un capitalismo agropecuario abastecedor de un mundo en expansión. El país evolucionó desigualmente, pero evolucionó y adquirió muchos de los rasgos que caracterizan a una nación moderna.

Este modelo fue exitoso durante casi medio siglo y fijó en el subconsciente nacional muchos y muy arraigados prejuicios que no han sido rotos todavía. Como la idea de que "Dios es argentino", que "estamos condenados al éxito" y la difusa e inconfesada presunción de que todo puede venir de arriba y casi sin esfuerzo.

La Depresión mundial de 1930, que arruinó o al menos complicó el papel de la Argentina como "granero del mundo", rompió sólo en forma parcial con esas ilusiones. Pero determinó la primera interrupción del proceso democrático puesto en marcha por la misma oligarquía que había configurado el país, y que se sintió aterrada ante la posibilidad de que, en una emergencia global, el poder del sufragio limpio, instituido plenamente apenas 16 años antes, con la ley Sáenz Peña, la excluyera del contralor de la cosa pública. El derrocamiento de Hipólito Irigoyen fue el primer paso en la marcha hacia una restricción sistemática de las voluntades populares que por fin se impondría al país, a sangre y fuego, muchos años más tarde.

Un cambio de modelo

La crisis mundial impuso, sin embargo, un cambio gradual del modelo agroexportador. El país debió comenzar a industrializarse y a generar un esquema productivo basado en la sustitución de las importaciones, que antes proveían al país de manufacturas gracias a los excedentes que dejaba la economía agraria.

Fue así que las ciudades comenzaron a henchirse con la afluencia de la emigración interior, que encontraba empleo en las fábricas que estaban surgiendo. Se formaba así un proletariado de nuevo cuño, que serviría de base a la nueva peripecia social que sobrevendría tras el golpe militar de 1943.

Incubado por el nacionalismo militar, que abrevaba en fuentes ideológicas variadas pero en cuyo entramado figuraban el fascismo, el integrismo católico y las corrientes del nacionalismo democrático de FORJA (Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina), el movimiento se hubiera desvanecido, víctima de sus contradicciones, si no hubiera sido por la capacidad política de quien fuera su inspirador secreto: el coronel Juan Perón. Fue él quien hizo del nuevo proletariado el substrato de un movimiento de masas que, junto al ala nacional del Ejército, le daría el peso que necesitaba para experimentar un proyecto que apuntaba a la transformación del país guiada por una perspectiva estratégica, no sólo nacional sino latinoamericana.

La industrialización, la sindicalización de los obreros, la justicia social, una actitud ponderadamente independiente en el concierto de las naciones y una concepción económica que apuntaba a la autarquía productiva le supusieron la violenta enemistad de las clases y partidos de una u otra manera vinculados al anterior estado de cosas y, desde luego, la repulsa del imperialismo, siempre vigilante respecto de las veleidades de independencia de los países que, como los latinoamericanos, estaban adscriptos a un régimen de servidumbre semicolonial.

La democratización esencial

El experimento, que determinó la democratización esencial de la Argentina al promover el ingreso de las masas profundas en la vida política y al dotarlas de la oportunidad de decidirla con su voto, marcó un antes y después en la historia del país. Fue un fenómeno muy latinoamericano, que los sociólogos al uso denostarían después con el nombre de "populista"; pero cuyos rasgos, en realidad, implicaban la traducción vernácula del término "bonapartismo", de cuño marxiano. Es decir, la asunción, por el Estado, de las tareas de la revolución democrática que la burguesía local no estaba en condiciones de hacer, sea por falta de fuerza, por sus vínculos indisolubles con el cliente extranjero o por simple extravío ideológico, consecuencia de su vacío identitario.

El populismo, de hecho, se ha configurado en América latina como el expediente del que a veces las masas han dispuesto para romper el hieratismo de la democracia formal, declamatoria pero muy a menudo funcional al mantenimiento del estado de cosas. El líder carismático es esencial para su desarrollo, lo cual, por cierto, contribuye a hacerlo más ejecutivo y eficiente; pero que también lo torna en exceso dependiente de los rasgos personales del jefe y, desde luego, de su posibilidad de conservarse con vida.

En el caso de Perón, sus rasgos de carácter pesaron fuertemente, para bien y para mal, en el movimiento que había engendrado. La deformación "profesional" de su temperamento, su concepción verticalista del mando, propia del militar que era, más cierto egoísmo combinado con desconfianza respecto de sus próximos colaboradores, lo hicieron, a lo largo de toda su carrera, prescindir de las excelencias y con demasiada frecuencia tolerar o propiciar el ascenso de los incondicionales o los mediocres. Eva Perón fue, obviamente, una excepción, pero ella era su criatura, vinculada a él por el sentimiento tanto como por la pasión política.

Esos rasgos contribuyeron a extraviar las coordenadas políticas del régimen, enconando una oposición por cierto corta de miras o abiertamente conspirativa, pero que podía hallar cierta justificación a su resentimiento en el abusivo comportamiento del gobierno en materia de propaganda, de imposiciones doctrinarias y de jactancias a veces desmesuradas y a veces vacías. A este caldo de cultivo se vino a añadir la catastrófica provocación a la Iglesia, innecesaria o soslayable, pero que dio a la "contra" el material humano y la pasión reivindicativa que podía inflamar la rebelión.

La restauración oligárquica

El peronismo, que por dos veces había sido elegido con limpieza por una contundente o abrumadora mayoría, fue brutalmente hecho a un lado por otra conspiración cívico-militar que repropuso los rasgos del golpe del '30 al coaligar a nacionalistas católicos, conservadores, liberales y "progresistas" contra un gobierno popular. Pero la violencia irrestricta desplegada para expulsar a este del poder -bombardeos a mansalva de la población civil y al año siguiente los fusilamientos de junio- daba prueba de que lo que aquí se ventilaba era algo mucho más drástico que lo que se disputara en septiembre de 1930.

El país había crecido. En la larga evolución argentina, a pesar de todas sus alternativas, había existido un avance gradual pero firme en la expresión de las voluntades populares. Con los gobiernos peronistas, el modelo de país había cambiado, se había configurado como un espacio en ascenso demográfico y que exigía de cambios cada vez más acelerados para mantener el ritmo del crecimiento; lo cual, con toda probabilidad, exigiría también de afectaciones impositivas y de cambios mentales que el establishment no pensaba soportar ni estaba en disposición de hacerlo.

Los protagonistas sociales y políticos del golpe del '55 eran varios y no compartían necesariamente una misma idea de país, aunque en general concordaban en un rechazo de piel respecto del pueblo llano. El racismo semiconsciente y el esnobismo pueden jugar un papel importante en política, si no se ven los componentes profundos que informan a esta.

Pero pese a la composición abigarrada de los golpistas del '55, después del triunfo el platillo de la balanza, como siempre ocurre en estos casos, se inclinó hacia el sector provisto de mayor peso específico en materia de capacidad financiera, experiencia política y contactos externos. Los nacionalistas católicos fueron rápidamente apartados, y a los partidos tradicionales, felices ante la proscripción dictada contra el "tirano prófugo" y contra toda formación que invocase su nombre, se les arrojó el pingüe negocio de la representación parlamentaria y de unos gobiernos tutelados por las fuerzas armadas, ya purgadas de la mayor parte de su componente nacional y popular.

De ahí a 1972 la Nación vivió en el impasse supuesto por la negativa a morir del peronismo y por la resistencia sindical a los intentos del incipiente modelo neoliberal dirigido a hacer tabla rasa de las conquistas obreras obtenidas durante las dos primeras presidencias de Perón y que consentían la presencia de un proletariado combativo y todavía esencial para el rendimiento productivo del país.

Lo que vendría después no cabe en el arco de este artículo, pero cabe consignar que ese período también estuvo lleno de altibajos, que el esnobismo de las clases medias que rechazaran el peronismo cambió de signo con sus hijos y que el renovado ascenso popular que apuntaba a reconectar las nuevas corrientes nacionales y populares con el viejo cauce, fue frustrado en buena medida por estos.

Con el furor del converso, las nuevas generaciones que se lanzaron a la guerrilla o la apoyaron platónicamente, no supieron ver la naturaleza compleja del movimiento nacional en el que pretendían introducirse y, al proceder con infinita torpeza, contribuyeron a romper su impulso, acortando lo que pudo haber sido su segundo ciclo y abriendo así la puerta a una nueva y perdurable restauración del despotismo de los dueños del dinero.

El '55 y el '76 son parte de un mismo proceso histórico. Y todavía no hemos terminado de emerger de las consecuencias de esa pesadilla
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EL REINO DE LA FUERZA BRUTA

<hr><h2><u>EL REINO DE LA FUERZA BRUTA</h2></u> Por Enrique Lacolla
La Voz del Interior
– Córdoba – 14 de agosto de 2005

Irán rehúsa acomodarse a las sugerencias de la Unión Europea 3 (Gran Bretaña, Francia y Alemania) y resolvió proseguir con su programa de enriquecimiento de uranio, oficialmente dirigido a suplir las necesidades energéticas con finalidades pacíficas de esa nación, pero que se presume también podría ser consagrado a la obtención del arma atómica.

No cabe duda de que esta segunda finalidad es efectiva y, a poco que se reflexione sobre los problemas que tensan las relaciones internacionales y se mire la agresividad que connota a la política de los países del Primer Mundo respecto de los que no pertenecen a éste, esa búsqueda de un arma de retaliación nuclear se hace comprensible.

En efecto, no se puede medir al mundo con un doble rasero y considerar la posesión de la bomba como un hecho “bueno” si la tiene nuestro bando y como un hecho abominable si ella es obtenida por estados que no están en él o no se ajustan a los parámetros de la obediencia debida a las grandes potencias.

Para justificar la expulsión de los estados réprobos del conjunto de las naciones civilizadas, suele atribuirse a sus conducciones políticas una presunta irresponsabilidad; pero esa irresponsabilidad –al menos en algunos casos– suele ser igual a la voluntad de independencia que ellas manifiestan.

De cualquier manera, lo que interesa aquí no es tanto la naturaleza moral del problema como la constatación de que, poco más de una década después de la caída de la Unión Soviética y de haberse diseñado la que parecía inatacable superioridad del nuevo orden mundial capitaneado por Estados Unidos, este orden es cuestionado sin empacho por dos potencias de tercera o cuarta magnitud, como son Irán y Corea del Norte, en torno de un tema crucial como es el de la proliferación nuclear.

¿Qué hace que este desafío pueda plantearse ahora, en estos términos?

Recomposición

Parece que ello es consecuencia de la incipiente recomposición del mapa mundial en bloques de poder, representando cada uno de ellos a intereses contrapuestos. La caída de la URSS, en 1992, había vaciado el escenario de uno de los dos adversarios principales hasta ese momento. Dos lustros más tarde, en buena medida como reacción al dinamismo de una política exterior norteamericana lanzada a la conquista de la hegemonía, Rusia y China –y la India en forma menos marcada– ponen en evidencia un deseo bastante manifiesto de aproximar sus puntos de vista respecto de la necesidad de no seguir ofreciendo un blanco tan fácil para los tejes y manejes de una diplomacia estadounidense que no ceja en su propósito de dominar, por medio de expedientes políticos o militares, enclaves decisivos del mundo, como los Balcanes, el Cáucaso y el Asia central.

Esa actitud no se hizo evidente a través de hechos detonantes, aunque la creciente cooperación militar entre Rusia y China merezca ser consignada; pero es percibida por los planificadores de la Casa Blanca, lo que explica su reacción matizada y, en definitiva, moderada frente a la escasa receptividad de Teherán y Pyongyang a los consejos de Occidente. Mientras que en el segundo caso los estadounidenses deciden continuar las tratativas conjuntas con Rusia y China para disuadir a Kim Jong il de seguir presionando con el tema atómico, en lo que respecta a Irán anuncian su propósito de concurrir a las Naciones Unidas para procurar un mandato internacional que ordene cesar las actividades de enriquecimiento de uranio.

Estamos lejos de la actitud tajante puesta de manifiesto en ocasión de la intervención contra Saddam Hussein, tres años atrás, a pesar de que ahora la amenaza de proliferación nuclear es real y no inventada. Es posible que las crecientes dificultades que afrontan las tropas norteamericanas en Irak hayan influido en esto; pero también es evidente que pedir sanciones contra Irán en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas no puede ser más que un gesto si, como parece probable, tanto China como Rusia (que apadrinó a los iraníes en su carrera hacia el átomo) interponen su veto a cualquier acción que intente sancionarlos.

Desprovista del componente ideológico que la había habitado y hasta cierto punto justificado hasta 1989, la política internacional se redujo a una cruda cuestión de relaciones de fuerza. No es que esta ecuación estuviera ausente en el pasado, pero la presencia de diversas concepciones del mundo parecía por entonces conferirle un sentido: el proporcionado por el esfuerzo en diseñar una sociedad diferente y mejor. Hoy, los proyectos se reducen, no a la construcción de algo nuevo, sino a asegurar la permanencia de lo que ya existe.


LOS DETONADORES DE LA BOMBA GLOBAL

<hr><h2><u>LOS DETONADORES DE LA BOMBA GLOBAL</h2></u> Por Enrique Lacolla
La Voz del Interior
– Córdoba – 6 de agosto de 2005

Los dos factores explosivos del presente son el clan neoconservador de Washington y el terrorismo radical. Y ambos están complejamente unidos
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El mundo está calificado en este momento por dos factores negativos que se potencian mutuamente. A saber: la crisis de las postulaciones revolucionarias –descalificadas con el adjetivo de "utópicas" y desvalorizadas por la implosión del "socialismo real"–, y el callejón sin salida al que se enfrenta el sistema capitalista en su forma actual, parado como está sobre la superficie inestable de un proceso de desarrollo tecnológico y de transformación social que no parece tener límite, respecto al cual ostenta una incapacidad supina para regularlo.

Pues para hacerlo tendría que modificarse a sí mismo hasta el punto de abolirse como tal. Esta es la morsa en la que la humanidad se encuentra atrapada al comienzo del nuevo siglo. No es una situación cómoda, pero visualizar algunos de los elementos que más significativamente la condicionan, es fundamental para tratar de escapar a su garra.

Entre los factores que potencian la crisis en este momento, no pueden soslayarse ni el papel de las tendencias neoconservadoras que se han encaramado al poder en Estados Unidos –que exasperan la ya natural tendencia de esa nación a la hegemonía mundial–, ni la presencia del factor terrorista, cuyos orígenes quizá espúreos no suprimen ni el carácter imprevisible de sus posibles desarrollos, ni su capacidad de desestabilización psicológica en un mundo ya situado "al borde del ataque de nervios".

Algo más que un accidente

El grupo que gestiona hoy el poder en Estados Unidos no es el resultado de una tormenta de verano. Responde a tendencias que se encuentran muy enraizadas en esa sociedad. Tanto es así que, si la primera elección de George W. Bush, hijo, pudo haber sido desbalanceada a su favor por un fraude electoral en Florida que benefició al candidato republicano en desmedro del titular de la fórmula demócrata, el comicio que consagró su reelección implicó una votación que lo reconsagró categóricamente y sin sombra de duda. Y eso aun después de lanzadas las expediciones militares contra Afganistán e Irak, y reconfirmado el rumbo agresivo tomado por la política exterior norteamericana tras los atentados del 11/S.

Este apoyo no tiene por que ser eterno ni no estar sometido a los vaivenes de la coyuntura; pero es expresivo de la capacidad que el sistema tiene para influir a la opinión, a poco que el temor exaspere la disposición de esta a la reacción pánica contra cualquier eventual ataque. El "factor Pearl Harbor" es un elemento a tener en cuenta en cualquier evaluación de la capacidad reactiva de la opinión norteamericana. Puesta frente a lo que juzga un ataque injustificado contra la integridad del país, su capacidad vengativa está lista para desencadenarse más allá de cualquier límite, henchida por la noción de la propia fuerza y bendecida por la buena conciencia que resulta de la convicción de estar respondiendo a un ataque.

El cine suministra múltiples pistas de esto último: la justa retribución del abuso es el principal resorte argumental del filme de acción norteamericano.

Otro elemento que agrega una pimienta por demás inquietante a esta ecuación, es el que resulta del espíritu triunfalista que la mentalidad norteamericana ha introyectado en todos los sectores sociales y que se deduce de la experiencia de una historia que registra una expansión sin trabas y siempre victoriosa.

La combinación de cierto fundamentalismo puritano, propio de la "mayoría silenciosa", imbuído de la noción de la retribución bíblica y veteado de un implícito y a veces explícito racismo, con la certidumbre de que "Dios está de nuestra parte pues nuestros logros así lo confirman", es una mezcla explosiva, pues abona el campo para la arremetida irresponsable. El tigre cebado no se detiene ante el peligro, ya que el sabor de las victorias previas anula la llamada del instinto de conservación.

La teoría de la disuasión por el terror (o MAD, Mutual Assured Destruction) sólo es válida si los dos protagonistas de un conflicto están persuadidos de que la contraparte está decidida a llegar a las últimas consecuencias. Si esa convicción vacila o está imbuída de la noción de la propia invulnerabilidad, el concepto pierde su filo y el probable agresor queda predispuesto a liberar toda su potencia a la primera ocasión que se le presente.

La búsqueda por Estados Unidos de un "escudo espacial" y la hipertrofia de sus gastos militares –450.000 millones de dólares por año, muchísimo más de lo que invierte la totalidad de los restantes países del mundo en el mismo rubro– demuestran que intenta procurarse esa cuota de intangibilidad que le permita perseguir sus propios fines sin preocuparse de nada ni de nadie.

Esto es muy peligroso, aun cuando no exista, entre los potenciales rivales de la Unión, ninguno que esté dispuesto a desafiarla deliberadamente. Ya que la dinámica de los hechos propulsada por una concepción arrogante de las relaciones mundiales, puede terminar empujando a quienes la hiperpotencia elige como enemigos, a un desquite desesperado y asimismo preventivo, que busque equilibrar la inferioridad con la sorpresa.

Ese fue el mecanismo que funcionó en Pearl Harbor, sólo que ahora estaría condicionado por el carácter aniquilador y finalista que implica la utilización de las armas de destrucción masiva.

El Golem terrorista

El terrorismo juega o puede jugar un papel importante en esta dialéctica del estallido. En realidad, puede erigirse en un factor provisto de peso específico, capaz de promover un desequilibrio mundial a partir de la utilización de muy pocos elementos.

Esto representa un salto cualitativo respecto de la función del factor terrorista en el pasado. Históricamente el terrorismo fue la expresión de la desesperación de grupos sociales acorralados, por lo general animados por ambiciones que excedían a su peso específico y a sus posibilidades; pero que, encerrados entre un sistema opresor y una muchedumbre apática, tendieron a romper ese estancamiento a través de la violencia individual, el sectarismo y la conspiración.

Su clandestinidad y su situación de aislamiento los convirtieron a menudo en sujetos ideales para su manipulación desde el poder, que solió usarlos como agentes provocadores, con resultados en general exitosos, aunque en ocasiones logrados a un costo demasiado alto.

Baste recordar, por ejemplo, la utilización que la policía zarista hizo de los núcleos terroristas de los socialrevolucionarios rusos, infiltrados por la Ojrana hasta poner a un agente propio al frente de la organización militar del partido. Si bien Evno Azev cumplió su tarea, la excedió hasta el punto de proceder a la liquidación de prominentes miembros del gobierno del Zar que molestaban a su propio punto de vista.

Ahora, sin embargo, a esta naturaleza de marionetas provistas de un caudal de imprevisibilidad que las hace siempre peligrosas y que puede hacer volar a quien tira de los hilos junto con el muñeco, se suma su fusión con la complejidad del mundo de las finanzas y de los servicios de inteligencia actuales. Asimismo, la suma del radicalismo religioso con las prácticas de la tecnología y los recursos de la propaganda transforma al primero hasta reducirlo a una cáscara que esconde mal la naturaleza moderna de unos tecnócratas del terror, que tornan la oración por pasiva, reproduciendo desde abajo los mecanismos anómimos que mueven a los políticos, a los servicios secretos y a los organismos financieros del mundo moderno.

El Golem es un personaje de la mitología judía. Creado de un trozo de madera para defender al pueblo de Israel de la persecución antisemita en Praga, un día se independiza de su amo y se vuelve contra todos. El terrorismo fundamentalista, nominalmente musulmán, fue potenciado por la CIA y otros organismos occidentales para contrabatir la influencia soviética en Afganistán y para desarticular la presencia rusa en el Asia central, el Cáucaso y los Balcanes. Hoy, sin embargo, cualesquiera sean las manipulaciones que los servicios de inteligencia norteamericanos, británicos o israelíes puedan efectuar respecto de los núcleos que operan en Irak y otros puntos del planeta, estos parecen haberse tornado demasiado imprevisibles en razón del substrato caótico del que se nutren y que consiste en la existencia de miles de millones de humillados y ofendidos, así como de la posibilidad de acceder, en algún momento, a las armas biológicas o nucleares que les permitan inferir un daño muchísimo más grande y abarcador que las eventuales ventajas tácticas que de ellos podría sacar el orden establecido.

La conjunción de estos dos fenómenos que se refractan mutuamente –el extremismo del terrorismo "oficial" que es propio la estructura del poder de los Estados Unidos y que se vuelca en el activismo de su política exterior, y el terrorismo de los núcleos creados al conjuro de la miseria fomentada por el sistema global y de su cría por este– configura un cuadro inquietante. El hombre siempre ha estado en disposición de hacerse daño, pero nunca, hasta el último medio siglo, estuvo en capacidad de cometer suicidio.

Se impone un restablecimiento de la razón. Pero, ¿cuál puede ser el protagonista social capaz de imponerla?


VETERANOS DE MALVINAS

<h2><hr><u>VETERANOS DE MALVINAS</h2></u>

OFICIALES Y SUBOFICIALES
RECIBIRÁN PENSIONES "HONORIFICAS"



Diario “Clarín” de Buenos Aires –22 de julio de 2005

El Gobierno elevó ayer a 1.014 pesos las "Pensiones Honoríficas" de veteranos de la Guerra de Malvinas, unos 3.500 oficiales y suboficiales de las Fuerzas Armadas y de Seguridad que no habían recibido este beneficio en los últimos veintidós años.

El presidente Néstor Kirchner firmó anoche el decreto 886 que triplica las asignaciones acompañado por el ministro del Interior, Aníbal Fernández, y una delegación de veteranos de Malvinas que venían reclamando esta pensión.

Al ingresar al Salón de los Escudos del Ministerio del Interior donde se realizó la ceremonia, Kirchner saludó a cada uno de los ex combatientes, a quienes agradeció la "paciencia que tuvieron", al tiempo que remarcó que "Malvinas es una causa nacional".

El Presidente recordó además que la guerra de Malvinas fue considerada como un "asunto vergonzoso que había que olvidar". Y que lo mismo había sucedido con la violación de los derechos humanos.

Fernández explicó que con "3.500 cuadros militares se había cometido una injusticia que duró 22 años". En este sentido, puso como ejemplo que un soldado que combatió en Malvinas tiene su pensión contributiva y que en cambio un cabo que también combatió "no recibía pensión y ahora 3.500 oficiales y suboficiales ven resuelta su situación".

Otra paradoja que resolvió el decreto es el de cuadros que en la guerra de Malvinas sufrieron algún tipo de discapacidad y que por ese motivo recibieron en su oportunidad una pensión que en la actualidad es de 200 pesos. Con el decreto firmado ayer cobrarán 1.014 pesos.

Este beneficio se extiende al personal de oficiales y suboficiales de las Fuerzas Armadas y de Seguridad que "se encuentren en situación de retiro o baja voluntaria u obligatoria".

Como se trata de una "pensión honorífica" el cobro de la misma —dice el artículo 3 del decreto 886— "es compatible con cualquier otro beneficio de carácter previsional permanente o de retiro otorgado en jurisdicción nacional, provincial o municipal, con la percepción de otro ingreso y con las pensiones graciables vitalicias" ya otorgadas.

También los beneficiarios de esta pensión tendrán derecho a la percepción de asignaciones familiares.