BOLIVIA: DELIRIO RACISTA
Por Pedro Godoy
Centro de Estudios Chilenos
No soy boliviano, pero sé lo suficiente de esa patria para opinar. En ella, en este momento, hay un festival de racismos. Lo estimulan quienes -desde dentro y fuera- anhelan la fragmentación de esa república. De la arcaica fobia hacia lo indígena se va ahora -como obedeciendo al péndulo- a una idolatría.
El camuflaje es la interetnicidad, la pluriculturalitad y el polilingüismo. En el fondo se termina con la fragmentación tras la antesala de la autonomía. A los que sólo los satisface la vitrina europea se les invita a contemplar España. Ante esa trampa se insiste: Chiapas y Arauco no son problemas etnográficos, sino sociológicos. Reconstruir el imperio maya -que ya encontraron momificado los conquistadores- y armar una república mapuche son quimeras suicidas que México y Chile no pueden aceptar.
Bolivia vive un pentaracismo que amenaza centrifugarla. Izquierda y derecha -"unidas jamás serán vencidas"- bregan por el montaje de pequeñas repúblicas. Los blancones cruceños quieren su Estado. Paralelamente galopan en pos de la misma meta aymarás, quechuas, guaraniés y tribus amazónicas a las cuales por efecto de la embriaguez se les confiere el rango de "naciones". Es otra versión del "respeto a la diversidad" con que nos bombardean aquí los "progres". Al medio, desconcertados, casi sin piso y colgando apenas del techo quedan los mestizos, es decir, el nervio central de la patria boliviana. Dicho de otro modo, los collas -con esa etiqueta se les conoce- quedan entre la espada y la pared. Sin embargo, son la mayoría del país porque no sólo se alcanza esa condición en lo genético, sino también en lo cultural.
Esos mestizos -en el fondo auténticos bolivianos- no reaccionan con energía ante quienes optan por el separatismo y repudian la unidad. La excepción la constituye Andrés Soliz Rada, quien enarbola en la patria de Andrés Santa Cruz Calahumana y Germán Busch Becerra, la bandera de la "mestizofilia" que es el fermento que amalgama en la profundidad de la sangre, la historia y la cultura a Bolivia.
Si estamos por la integración de Iberoamérica y aplaudimos el MERCOSUR y el TELESUR no podemos, entrampados en galimatías pseudoantropológicas, apoyar esos racismos que apuntan a convertirla en un picadillo para satisfacer los apetitos de sociólogos a la violeta, caudillejos iluminados y ávidos gerentes de trasnacionales.
Agréguese: el componente mestizo es lo que vincula a la bolivianidad con nuestro "mundo ancho y ajeno".
Centro de Estudios Chilenos
No soy boliviano, pero sé lo suficiente de esa patria para opinar. En ella, en este momento, hay un festival de racismos. Lo estimulan quienes -desde dentro y fuera- anhelan la fragmentación de esa república. De la arcaica fobia hacia lo indígena se va ahora -como obedeciendo al péndulo- a una idolatría.
El camuflaje es la interetnicidad, la pluriculturalitad y el polilingüismo. En el fondo se termina con la fragmentación tras la antesala de la autonomía. A los que sólo los satisface la vitrina europea se les invita a contemplar España. Ante esa trampa se insiste: Chiapas y Arauco no son problemas etnográficos, sino sociológicos. Reconstruir el imperio maya -que ya encontraron momificado los conquistadores- y armar una república mapuche son quimeras suicidas que México y Chile no pueden aceptar.
Bolivia vive un pentaracismo que amenaza centrifugarla. Izquierda y derecha -"unidas jamás serán vencidas"- bregan por el montaje de pequeñas repúblicas. Los blancones cruceños quieren su Estado. Paralelamente galopan en pos de la misma meta aymarás, quechuas, guaraniés y tribus amazónicas a las cuales por efecto de la embriaguez se les confiere el rango de "naciones". Es otra versión del "respeto a la diversidad" con que nos bombardean aquí los "progres". Al medio, desconcertados, casi sin piso y colgando apenas del techo quedan los mestizos, es decir, el nervio central de la patria boliviana. Dicho de otro modo, los collas -con esa etiqueta se les conoce- quedan entre la espada y la pared. Sin embargo, son la mayoría del país porque no sólo se alcanza esa condición en lo genético, sino también en lo cultural.
Esos mestizos -en el fondo auténticos bolivianos- no reaccionan con energía ante quienes optan por el separatismo y repudian la unidad. La excepción la constituye Andrés Soliz Rada, quien enarbola en la patria de Andrés Santa Cruz Calahumana y Germán Busch Becerra, la bandera de la "mestizofilia" que es el fermento que amalgama en la profundidad de la sangre, la historia y la cultura a Bolivia.
Si estamos por la integración de Iberoamérica y aplaudimos el MERCOSUR y el TELESUR no podemos, entrampados en galimatías pseudoantropológicas, apoyar esos racismos que apuntan a convertirla en un picadillo para satisfacer los apetitos de sociólogos a la violeta, caudillejos iluminados y ávidos gerentes de trasnacionales.
Agréguese: el componente mestizo es lo que vincula a la bolivianidad con nuestro "mundo ancho y ajeno".
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